Diario de una adolescente en tiempos de covid: "Ultima semana"
María González López habla sobre el fin de una etapa y el inicio de otra, previo paso por la temida EBAU
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Aranda de Duero
En ocasiones, más allá de calendarios colapsados de exámenes, fechas clave o planes por realizar, se esconden días, qué como miradores alzados sobre el pasado, sirven para observar todo lo que ya es más carne de la memoria que tiempo sobre el reloj.
Pararse a hacer inventario de los recuerdos es tarea ardua si el corazón late goteando lágrimas o los laberintos del cerebro tienen por salida un pensamiento fugaz que no termina de desdibujarse.
No obstante, y a pesar de todas las vivencias por clasificar y reordenar, aparece el instante que obliga a detenerse en los puntos clave de la vida.
Hoy es la última semana de clases para los alumnos de segundo de bachillerato y apenas se dar la fecha concreta del día, tan sólo sé que es lunes y que el tiempo ha huido de mis dedos al exilio en mayo.
Es una sensación extraña, una mezcla de nostalgia de estreno y agobio de continuo, que azota cada movimiento de las agujas y acecha entre los pupitres verdosos, los apuntes de literatura y los bolígrafos BIC a media tinta.
A pesar de ello, Caesar sigue recibiéndonos sobre la pizarra narrándonos en sus relatos de lengua muerta sus andanzas por la Galia o sus batallitas con los germanos, mientras el archivador engorda más que de hojas de risas en momentos ya vívidos.
También fijamente prosiguen mirándonos los personajes de la historia acomodados desde su power point, de la misma forma que fueron protagonistas de memorias de España y testigos de nuestro agobio con estándares que llevaban cosidos sus nombres.
Los mapas de ciudades de la geografía nacional nos hicieron perdernos por el país aún con el cierre perimetral enredado en las montañas de la comunidad, fueron en esas clases donde terminamos por conocer más allá de los apuntes, la realidad del país. A la par que la música de todas las épocas puso la banda sonora al curso con Beethoven, Vivaldi o Memories.
En economía aprendimos que las crisis nos parten tanto como las matemáticas sin que sepamos resolver ninguna de ambas situaciones, a la vez que en inglés coleccionamos en nuestras cabecitas tozudas vocabulario y gramática suficientes para camuflarnos como nativos en redacciones de EBAU e incluso hacer un credo de las frases que terminaron por convertirse en dichos populares del grupo, be water my friend, como decía Brush Lee.
Tuvimos la suerte de coincidir con Lorca, Machado, Delibes o Buero Vallejo como si estos autores resucitan en las explicaciones de literatura, mientras luchábamos contra las oraciones concesivas y sus variantes a golpe de tinta y codos sobre la mesa. En la misma línea, la historia del arte nos hizo darnos cuenta de todo lo que tras años de estudios nos habíamos perdido por encima de catedrales góticas, los cuadros renacentistas o las esculturas barrocas.
Hoy, que el despertador tañe como otros lunes a las 7:30, las mascarillas siguen siendo el refugio de los bostezos y continuó llegando tarde, he notado como la mochila no pesa lo mismo que otras semanas, pues entre los cuadernos al borde de extinción y los libros teñidos de fosforito se resguardan, como en un álbum, todos los recuerdos del último año de instituto, el fin de una etapa que cesa en un curso donde no nos vimos las sonrisas, los pasillos se transformaron en pasadizos plagados de flechas y la EBAU se convirtió en nuestro segundo apellido, fue ese mismo año en el que aprendimos por encima de los estándares a comprender todo lo que teníamos a nuestro alcance,agradecería y valorarlo.