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La plaza del Pintor Andreu, en el limbo de la ordenación urbana

En 1972 se rotuló en Malilla la plaza del Pintor Andreu, pero lo hizo bajo los parámetros de un plan de ordenación que pronto quedó obsoleto, y la plaza que nunca llegó a construirse

Luis Fernández callejeando por Malilla

Luis Fernández callejeando por Malilla

06:04

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Desgraciadamente, en València, la diferencia entre el planeamiento y la realidad urbanística de la ciudad es desoladora. Los mayores despropósitos de la ordenación urbana de la ciudad se hacen patentes en las medianeras vistas, en las alturas descompensadas, en las líneas de fachada e incluso en las denominaciones de las vías públicas. Calles que son avenidas, avenidas que son calles y plazas que no existen ni ya existirán. Una buena muestra del desatino urbano que caracteriza nuestra ciudad lo podemos encontrar en el barrio de Malilla, aunque casos sangrantes los podemos encontrar en cualquier rincón de València. En Malilla, un barrio relativamente moderno, urbanísticamente hablando, se solapan dos o tres planes de ordenación sin que ninguno de ellos haya tenido en cuenta a su predecesor. Por eso, las medianeras vistas, los solares, las calles seccionadas y la toponimia inútil están a la orden del día.

Un ejemplo práctico y muy ilustrativo lo encontramos en la plaza del Pintor Andreu del mencionado barrio. Según el plan de ordenación de 1966, al final de la calle del Ingeniero Joaquín Benlloch se proyectó una gran plaza trapezoidal con un gran jardín central y en cuyo perímetro debían levantarse bloques de viviendas de ocho alturas. Bajo estos parámetros, en los años 70 se construyeron un par de edificios en medio de la huerta a los que se accedía por viejas sendas rurales, como la carretera de Rocafull o el camí del Molí de la Fonteta. Se trataba de auténticas islas urbanas entre alquerías y campos de alcachofas, un paisaje habitual durante la fiebre constructiva de la época. Sin continuidad con la trama urbana existente, estos edificios eran numerados y asignados a una vía pública que solo existía sobre plano, en este caso a una futura gran plaza que el consistorio acordó denominar como plaza del Pintor Andreu, pero que nunca llegó a construirse y desapareció del plan de ordenación de 1988, quedando solamente los rótulos sobre las fachadas de aquellos edificios aislados.

Efectivamente, tal y como rezan las placas rotuladoras, la plaza fantasma fue dedicada al pintor Teodoro Andreu Sentamans. Nacido en Alzira en 1870, a los dos años se quedó huérfano de padre al ahogarse este tras una de las inundaciones habituales de la localidad ribereña, y la familia Andreu se trasladó a Madrid, donde Teodoro cursó la carrera de pintura en la Escuela Superior de San Fernando, convirtiéndose en el primer discípulo del gran maestro valenciano Joaquín Sorolla. A partir de aquí, la carrera del pintor Andreu fue fulgurante. Cultivó con gran destreza el género del retrato y la pintura de tipo costumbrista, y sus obras recibieron las mayores distinciones en exposiciones de Madrid, Barcelona, París y València, donde consiguió la Medalla de Oro de la Exposición Regional de 1909. En 1914 fue nombrado Catedrático de Pintura en Santiago de Compostela, y en 1922 consiguió el traslado a València, donde fue nombrado director de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos. Teodoro Andreu murió en 1935 siendo reconocido como uno los grandes representantes de la fecunda escuela valenciana de pintura de entre siglos. En 1970, con motivo del centenario de su nacimiento se le rindieron diversos tributos en Alzira y València, entre ellos el de rotular una plaza de Malilla que nunca ha existido. Una vía que ahora, después de cincuenta años, esperemos que sea readaptada a la nueva realidad urbana del barrio.

 
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