'Tristante y Calero: orgullo murciano', por Pepe Belmonte
Escucha el 'micromentario' del catedrático de Literatura de la Universidad de Murcia, para el programa Hoy por hoy
Murcia
Tristante y Calero: orgullo murciano.
Micromentario / Pepe Belmonte (03-05-21)
02:32
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Casi a la vez, han aparecido dos novelas de dos autores murcianos, con argumentos muy distintos, pero con puntos que unen al otro con el otro.
Me estoy refiriendo a Víctor Ros y los secretos de Ultramar, de Jerónimo Tristante, y a La sombra que habita en nosotros, del conocido abogado murciano, columnista del diario La Verdad y tertuliano de esta casa, Juan Ramón Calero, que a sus setenta años bien cumplidos saca a la luz, no su primer libro, pero sí su primera obra de creación, pura literatura en donde se dan la mano la imaginación y la realidad.
De la primera, qué les voy a decir. Víctor Ros, después de haber pasado por la tele, interpretado magistralmente por Cales Francino, resulta ya un clásico. Está a la altura del Bevilacqua de Lorenzo Silva, de la Petra Delicado de Alicia Giménez Bartlett, e, incluso, del delicioso Pepe Carvalho que inventó en su día el desaparecido Vázquez Montalbán.
En esta ocasión, Víctor Ros viaja a América, a la Cuba española de finales del XIX, en donde le esperan muchos enemigos y una acción trepidante, marca de la casa.
La novela de Juan Ramón Calero comienza unos pocos años antes de la Guerra Civil y concluye durante los apasionantes setenta. Hay abundancia de personajes de uno y otro color –vencedores y vencidos–, mucho pensamiento, y un estilo que nos recuerda al del injustamente olvidado José María Gironella, el autor de Los cipreses creen en Dios.
Calero, como Tristante, se ha destapado como un verdadero contador de historias, una de las grandes virtudes de todo buen novelista. El libro de Calero, como sucede con los publicados por Tristante, seduce y atrapa al lector desde la primera página.
Ambos, Tristante y Calero, poseen un estilo ágil y de enorme soltura. Y una prosa limpia, sin florituras. Son dos casos paradigmáticos de lo que el desparecido Juan Marsé llamaba la “escritura transparente”: aquella que permite que leamos sin apenas darnos cuenta hasta llegar a la última página.
Sé que ambos se aprecian y se admiran mutuamente. Diría que son un orgullo para una ciudad y para una región necesitada de incentivos que nos hagan olvidar la mediocridad de la farragosa política.
Pepe Belmonte