Serrano, los Menéndez y Martínez

Asturias

Harto de no encontrar qué leer en los periódicos, necio en intentarlo (así me lo enseñó mi padre en aquellos diarios que a él no le iban, que yo le llevaba, en los que encontraba, coño, ¡mucho que leer!) esta mañana me encontré con uno de los Menéndez que constituyen mi formación, floja, en letras. Menéndez Peláez, de Salas, curioso su parecido en la foto y en la realidad con Menéndez Pidal, (de hacia Lena), hablaba de Menéndez Pelayo, cántabro, y de Martínez, confundía el apellido, José María, o Chema, sobre la música popular y el origen de la literatura.

No quería hacer de esto un canto a mí mismo sino a los que constituyen un nosotros mismos. Quizá ni siquiera eso. Tengo que escribir una columna y no se me ocurre nada leyendo los periódicos, oyendo las radios, que no tienen nada que ver ni que escuchar, salvo de lo que no quiero hablar, ¿para qué?, todo será lo que ha de ser, y veo a los Menéndez sucecerse, a los de aquella generación de la Escolanía de Covadonga donde Jesús era un prodigio, lo sigue siendo en su Historia de la Literatura, Julio Puente aprendía escuchando y Daniel Serrano me lo contaba encantado. Martínez, supongo, seguirá tocando el órgano en Sabugo sin darle importancia a tanta formación musical en Avilés. Como los Menéndez, en lo mucho que leer. Y entender.

Me queda por contar una de acordeones en las que entra otro, ya no Menéndez sino Gutiérrez Ordoñez, una tarde en Gijón con Serrano, también de testigo y de Bimenes, como siempre, mi querido Daniel. Es también de música y de literatura y de formación. Pero eso para otro día