"Todo es poesía para el que sabe mirar"
La joven arandina María González López dedica su poesía este martes a esta maravillosa ciencia
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Aranda de Duero
Neruda una vez prometió que podrían cortar todas las flores, pero jamás detener la primavera. A estas alturas del calendario, ya no se diferenciar la sombra de los pedazos de sol que no aplastan los edificios y descuartizo las margaritas buscando entre sus pétalos un te quiero hacia mí misma.
Las últimas golondrinas de Bécquer desempolvan el cielo de nubes mientras algunos nos limitamos a confundir las estelas de los aviones con estrellas fugaces, quemando un deseo en los harapos de la memoria. Haciendo malabares con el Sol ahora que regresan los relojes de verano a pesar de que la primavera continué siendo del invierno y nos escupa la luz de un astro sin su calor.
Benedetti no consigue remontar la culpa, mientras manadas de demonios carcomen los cuerpos de quienes se abrigan con murallas de cartón y palabras de silencio corroído. Son los tributos de una lucha infinita hacia una verdad indomable.
Loreto Sesma bebe vino hecho vinagre de una copa rota que no consigue sostener todos los tiempos del verbo amar, siendo de esos mismos pedacitos de vidrio la cantera de un sendero brillante de éxito y dolor por el que pasear descalzo y de puntillas escarbando entre los restos del pintalabios el último beso enquistado en sangre y carmín.
Lorca esparce, a medio camino entre siempre y nunca, canciones gitanas con las que reconstruir Granada enterrando bajo los olivos un cadáver exquisito muerto de envidia.
Jaime Sabines encierra entre la distancia de dos cuerpos al ras de desconocerse con una herencia de recuerdos en común, la oscuridad de la noche más negra, la de la boca del que pronuncia el último adiós.
A la par, Sabina empuña entre sus labios un cigarrillo en el que evaporar en 19 días y 500 noches a todos los monstruos voraces del miedo, que Dámaso Alonso encontró criándose junto a los hijos de la ira por las calles de un Madrid de Dios exiliado.
Machado naufragaba en el Duero la esperanza desconchada de un Olmo seco, de una tierra que buscaba encallar en su mar amarillo la vida que se le Machado naufragaba en el Duero la esperanza desconchada de un Olmo seco continúa derramando por todas sus fronteras.
Rubén Darío pintaba una princesa con la boca de fresa, mientras hacía turismo por una guerra entre dandis y bohemios por la conquista de Paris, sin saber que ninguno de ellos sobreviviría al temblor que dejarían sobre sus americanas desgastadas el peso de los años.
Los caballos salvajes de David Ruíz repatrian del olvido la humildad de una sociedad pérdida en si misma, recordándonos que no se puede escribir poesía en los billetes. Filtrando entre las grietas de una voz rota la cura a todas las cicatrices de estas pieles atrincheradas de soledad.
Huyen de la realidad, sordos, como quién escucha estas palabras donde se revuelve la carne de muchos versos escondida en una borrachera de lágrimas, afinando la alergia a la tristeza o vendiendo puñaladas para un presente agujereado de vida en la fiereza de un poema.
Todo es poesía para el que sabe mirar y a la vez nada es arte para el que es ciego por vocación.