Diario de una adolescente en tiempos de covid: "Sentir(se)"
La joven arandina María González López nos deleita con su poético relato una semana más
Aranda de Duero
Últimamente me siento como quien desea abrazar una ciudad con los brazos de la Venus de Milo y se baña de felicidad en un vaso medio vacío sin saber que se ahogará en él cuando se vuelva medio lleno con sus propias lágrimas.
Como el ciego que juega a hacer sombras chinescas con la verdad que el resto no vemos, ese mismo que cree guardar a una persona en una fotografía por el miedo que le da la oscuridad del olvido, sin saber que el álbum es un cementerio de recuerdos.
Como quien escucha los consejos de un sabio con la oreja cortada de Vincent Van Gogh y se cura sus propias heridas con la saliva de los discursos de un político cualquiera.
Como alguien que regala un ramo de flores del mal de Baudelaire, advirtiendo que necesitan ser regadas, porque de lo contrario morirán y mastica un beso por si se atraganta con la sonrisa de después.
Como el que no sabe ordenar lo que piensa y se le clavan en las costillas los latidos de un corazón que quiere marcar el ritmo a una canción de Extremoduro. Improviso igual que el que se acomoda en la boca del lobo contando cuantas mentiras enquistan dichas muelas.
Como quien se sabe todos los poemas que quiere que le dediquen de memoria y no recuerda el sabor de su propia voz al recitarlos. Me reflejo en la sombra del que se arrodilló rogando por vivir de pie e hizo claqué en el filo de las agujas del reloj. En el que quiere alcanzar el futuro sin saber que no existe más allá de la invención y ríe tapándose la boca por si se le escapa la felicidad.
Como el rey de corona rota, el que cava su tumba más abajo del infierno o el que cree contar el tiempo, cuando es incontable. Me siento como quien ha convertido suficiente en adjetivo y ha bebido en una copa de trofeo vacía la peor de sus derrotas.
No creo poder hacer una escalera con todos estos sentimientos ni tocar el cielo con las manos, ni pincharme las estrellas en los dedos. No quiero salir a comerme el mundo y morir de hambre, tampoco envenenarme con sus miedos. Busco sentir hasta desgastar la emoción y hacer de este poema un almacén de vida.
María González López.
