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El legado de Fermín Caballero, el conquense de Barajas de Melo más ilustre del siglo XIX

Fue sacerdote fugaz, se casó, fue abogado, periodista, diputado, ministro y un gran investigador que reflejó la realidad de su tiempo en un amplio catálogo de publicaciones

Ilustración de Fermín Caballero, obra de Vallejo, para las Cortes Constituyentes de 1854. / Biblioteca Nacional de España

Ilustración de Fermín Caballero, obra de Vallejo, para las Cortes Constituyentes de 1854.

Cuenca

En el espacio El archivo de la historia que coordina Miguel Jiménez Monteserín, y que emitimos los jueves cada quince días en Hoy por Hoy Cuenca, hemos conocido esta vez la vida del conquense Fermín Caballero, natural de Barajas de Melo, uno de los personajes más ilustres de la historia de la provincia de Cuenca que vivió entre 1800 y 1879.

El legado de Fermín Caballero, el conquense de Barajas de Melo más ilustre del siglo XIX

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MIGUEL JIMÉNEZ MONTESERÍN. En el pueblo conquense de Barajas de Melo vio la luz Fermín Caballero y Morgáez el siete de julio de 1800, uno de los políticos de mayor lucidez y empaque culto de nuestro siglo XIX. Sus padres, Juan Vicente Caballero y Vicenta Morgáez, que eran labradores acomodados, siguiendo la tradición de mantener entre los miembros de la familia el disfrute de una capellanía a ella vinculada, eligieron de entre sus cuatro hijos a Fermín para que fuese clérigo y la sirviese.

En su pueblo aprendió las primeras letras y luego, dentro de la más clásica tradición, estudió luego latín, en casa de sendos dómines, en Valdecolmenas de Abajo (1813) y Gascueña (1814), lugares cercanos al suyo. El año 1815, apenas acabada la Guerra de Independencia, ingresó, como colegial interno, en el Seminario de Cuenca para estudiar Filosofía escolástica, donde recibió la tonsura clerical que le habilitaba para ser capellán. Allí mismo comenzó los estudios teológicos que proseguiría después en Zaragoza y Alcalá de Henares, donde fue colegial del Colegio de Málaga. En esta ciudad y en la parroquia de Santa María, de la que era párroco el doctor Nicolás Heredero, catedrático de Retórica en la universidad, alcanzó a predicar su primer y último sermón el domingo de Ramos de 1821. Despediría así con brillantez su frustrada ejecutoria clerical. No le fue obstáculo ostentar entonces el grado de capitán de la recién constituida Milicia Nacional en Barajas de Melo. Aquel mismo año contraería matrimonio con Paula Heredero, sobrina del mencionado catedrático, de quien no tendría sucesión.

Busto de Fermín Caballero frente a la biblioteca-casa de la cultura que lleva su nombre en su pueblo natal Barajas de Melo.

Busto de Fermín Caballero frente a la biblioteca-casa de la cultura que lleva su nombre en su pueblo natal Barajas de Melo. / Ayto. de Barajas de Melo-barajasdemelo.org

Busto de Fermín Caballero frente a la biblioteca-casa de la cultura que lleva su nombre en su pueblo natal Barajas de Melo.

Busto de Fermín Caballero frente a la biblioteca-casa de la cultura que lleva su nombre en su pueblo natal Barajas de Melo. / Ayto. de Barajas de Melo-barajasdemelo.org

Como tantos otros jóvenes del tiempo, dispuestos a variar de orientación profesional a impulsos de los nuevos aires políticos, obtuvo la convalidación de sus cursos de Teología por los correspondientes de la carrera de Leyes, alcanzando en consecuencia en 1822 el grado de Bachiller en Jurisprudencia y al año siguiente el título de abogado de los Tribunales del Reino.

Valido de la formación recibida en el Seminario conquense, reforzada tenazmente por sus propias inquietudes intelectuales, presentó su candidatura y obtuvo en 1823 el nombramiento de Catedrático interino de Geografía y Cronología de la Universidad Central, creada en 1822.

El final del trienio liberal (1820-1823) en octubre de aquel año le puso en el punto de mira de la reacción por lo que huyó de Madrid para refugiarse en Barajas, aunque tampoco allí se encontró seguro. En 1823, poniendo en juego sus recién adquiridas habilidades jurídicas, entró al servicio de Joaquín Fernández de Córdova, IX marqués de Malpica. Este aristócrata, aunque simpatizante del liberalismo, se veía enfrentado con los pueblos de sus estados de Valdepusa en tierras toledanas por cuestiones tocantes al abono de sus derechos señoriales y al régimen de aparcería de sus tierras. Zanjada la cuestión en 1824 a satisfacción de ambas partes, se mantuvo durante los siguientes años al frente de la administración del marqués. De vuelta a Madrid en 1829, trabajó como administrador al servicio de diferentes casas nobiliarias y ejerció como abogado, siéndolo muchas veces también oficialmente de los pobres.

Casa natal de Fermín Caballero en Barajas de Melo.

Casa natal de Fermín Caballero en Barajas de Melo. / Wikipedia-19Tarrestnom65

Casa natal de Fermín Caballero en Barajas de Melo.

Casa natal de Fermín Caballero en Barajas de Melo. / Wikipedia-19Tarrestnom65

Fue además por los años de 1827 a 1830 cuando comenzó a publicar sus primeros folletos de tema geográfico, a través de los cuales sostuvo una ardua polémica con el abate Sebastián Miñano, autor del primer Diccionario geográfico y estadístico de España y Portugal (1827-1829): Corrección fraterna a Miñano y Añadiduras (11 folletos), El dique crítico contra el torrente (3 folletos). Dedicado con intensidad al periodismo político, fue jefe de redacción del periódico Boletín del Comercio (1833-34), refundado luego como Eco del Comercio (1836), que dirigió hasta su elección como diputado a Cortes por Cuenca en 1837.

Vinculado desde joven al ala más exaltada partido progresista, en sus filas transcurrió después toda su carrera política. Había sido elegido procurador para las Cortes reunidas conforme al Estatuto Real de María Cristina, pero aprovechó la situación para conspirar contra el mismo como Miliciano Nacional de Madrid, elector además de parroquia en la capital, convirtiéndose en el enlace conquense del Motín de la Granja de 1836 que obligó a la reina a restablecer la constitución gaditana de 1812. En las siguientes elecciones fue por primera vez diputado en representación de la provincia de Cuenca, cuyo escaño mantuvo después en las de 1841 y 1843, lo que le permitió participar en diferentes comisiones para la reorganización de la administración pública. En 1840 fue elegido alcalde de Madrid.

Durante la regencia del general Espartero desempeñó diferentes destinos en el Ministerio de la Gobernación, y al final del período fue nombrado fugaz ministro del ramo en el gabinete presidido entre el 9 y el 19 de mayo de 1843 por Joaquín María López. A raíz de la caída y exilio del Duque de la Victoria participó en el Gobierno Provisional presidido por el mismo López ostentando nuevamente la cartera de Gobernación, esta vez por espacio de varios meses, entre el 24 de julio de 1843 y el 24 de noviembre del mismo año. Se propuso entonces invertir en el trazado y construcción de numerosos caminos vecinales en la península, reorganizó la Facultad de Medicina de Madrid, intentó ordenar la división administrativa entonces en marcha y creó una comisión destinada a levantar una Carta geográfica de España o mapa topográfico nacional.

En su obra, Fisonomía natural y política de los procuradores en las Cortes de 1834, 35-36, Madrid, 1836, se retrató así: “carácter indomable: y como es inasequible por empleos ni por honores y no cede a influencias, y no le arredran animosidades aristocráticas, ministeriales, ni palaciegas [...] enemigos, a quienes ni por esas teme. Escribe mejor que habla; pero como argumentador da en la herida y contunde cuando ataca, como cuando enristra su pluma de hierro”.

Los cargos no le fueron obstáculo para seguir dando pasto a las imprenta con lúcidos análisis críticos de la realidad política española: El sepulturero de los periódicos, Madrid, Villamil, 1834; Fisonomía de los procuradores a Cortes, Madrid, Boix, 1836; El Gobierno y las Cortes del Estatuto, Madrid, Yenes, 1837; Resultado de las últimas elecciones de Diputados, Madrid, Aguado, 1837; Fermín Caballero a sus detractores; Voz de alerta a los constitucionales, Madrid, Yenes, 1839 (reeditado en Barcelona, Córdoba y Coruña); Advertencia útiles a los electores, Madrid, Boix, 1839; Noticias topográfico administrativas de Madrid, Madrid, Yenes, 1840; Casamiento de doña María Cristina y Don Fernando Muñoz, Madrid, 1840; Dictamen sobre la división de Madrid, Madrid, 1840; Pericia geográfica de Cervantes; Los españoles pintados por sí mismos, Madrid, Boix, 1843.

Decepcionado por la vida política activa optó por abandonar la mayor parte de sus actividades públicas para pasar a residir de modo casi permanente en Barajas de Melo. En este pueblo había sido el principal adquirente de los Bienes Nacionales desamortizados puestos a la venta por el gobierno y con ellos redondearía el patrimonio que le había correspondido por herencia paterna. Desde la dorada medianía de su exilio rural y con esporádicas visitas a la corte, prosiguió con renovada fecundidad su no interrumpida actividad de publicista. Obras de mayor enjundia saldrían entonces de su pluma como el Manual geográfico administrativo de España, Madrid, 1844, la Vida de don Joaquín María López o el trabajo que mayor fama le ha dado, la Memoria sobre el fomento de la población rural, aparecido en 1863, reeditado en 1864 (Madrid), 1866 (Vitoria) y 1872 (Lisboa), en el que compendiaba sus preocupaciones en materia de desarrollo de la economía del agro que tan bien conocía por experiencia propia. Que tampoco le fueron ajenos los problemas educativos se muestra en la Memoria sobre Intrucción Primaria, Madrid, 1866. Viudo de su primera mujer en 1854, cinco años más tarde contrajo matrimonio con Felisa Matute, madre de su único hijo Félix, nacido al año siguiente. Sobrina del eminente médico Vicente Asuero, conocedor del peligro que para ella entrañaría un embarazo, aceptó la familia este matrimonio del que no cabía en principio esperar descendencia dada la edad del esposo, próximo a cumplir sesenta años. La consecuencia fatal fue, sin embargo, que Felisa fallecería de resultas del parto.

Así mostraba sus sentimientos a su amigo José Torres Mena:

Barajas de Melo, 29 agosto 1855.

Señor don José Torres Mena:

Mi estimado amigo: ¿Por qué habré yo dejado desde el 20 de julio la grata correspondencia con usted? La causa, amigo mío, es la más triste, la más penosa que podía ocurrirme. La buenísima y entrañable Paula ha sucumbido el 24, después de diez y seis días de mal y de incesantes desvelos por salvarla. El ataque fue terrible y solo hemos alcanzado que no muriese al segundo día. Mi conciencia tiene el consuelo de que nada le ha faltado, de que no cabía en lo humano hacer más por ella. ¡Triste satisfacción que la miseria de nuestra vida busca para consolarse en los males irremediables!

Desde 1834 don Fermín era miembro de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, así como de la Academia de Ciencias Naturales de la capital, de la que fue bibliotecario y académico de honor. Perteneció además a otras varias sociedades sabias nacionales y extranjeras y en 1853 la Academia de la Historia lo eligió miembro correspondiente. Diez años más tarde, ésta y la de Ciencias Morales y Políticas le hicieron socio de número, al tiempo que se le designaba senador del Reino.

Fruto de aquella última etapa de su vida fueron las obras de mayor aliento, La Imprenta en Cuenca, Cuenca, 1869 y los Conquenses Ilustres, escritas entre 1868 y 1875 desde su retiro barajeño con ayuda de la excelente biblioteca que allí había logrado reunir y el auxilio de un amplio elenco de corresponsales nacionales y extranjeros prestos a facilitarle las noticias bibliográficas y documentales requeridas por aquellos trabajos. Falleció en Madrid el 17 de junio de 1876.

Los Conquenses Ilustres, (Hervás y Panduro, Doctor Montalvo, Melchor Cano y Hermanos Valdés) nacieron, según el mismo Caballero exponía al prologar la obra que daba comienzo a la serie, de la preocupación sentida por dar a conocer desconocidas semblanzas biográficas de personajes de mayor enjundia que cuantos la publicística de su tiempo hacía conocer al público. Llevado además de una moderada conciencia regional o local de carácter filantrópico, intentó paliar con su esfuerzo el pavoroso vacío historiográfico que consideraba padecía la España interior, ajeno al empeño erudito realizado por otras regiones, proponiéndose con excelente criterio científico, digno de ser hoy tenido en cuenta, una tarea que había de complementar lo realizado en otros lugares, yendo "de lo individual a lo general, de los hechos a la teoría, si se ha de andar, con paso seguro, por el camino del progreso." Amplia era la nómina de los personajes cuyas vidas le parecieron dignas de estudio, pero tan solo de cuatro pudo ver mejor fundada la fama, aunque sabemos tenía reunidos materiales para la biografía del Doctor Constantino Ponce de la Fuente, la Beata de Villar del Águila y Juan Díaz, que a su muerte se dispersaron, junto con los libros de su biblioteca.

Había tenido buen cuidado de reunir con enorme escrúpulo una buena cantidad de datos sobre su persona que, junto con cartas recibidas de muy distintos corresponsales, perfectamente ordenada en tomos encuadernados, legó su hijo Félix Caballero a la Academia de la Historia, donde aguardan todavía al biógrafo que les dé forma y devuelva a los españoles el retrato auténtico de quien tanto se preocupó por trazar con limpieza el de otros.

La tesis doctoral de Jesús Garrido Gallego, archivero municipal de Tarancón, es una meritoria aportación reciente al empeño, resumida en una biografía divulgativa publicada por la editorial Almud.

No faltan los retratos gráficos, pero no nos resistimos a incluir aquí esta viva semblanza suya trazada por Galdós en Mendizábal, Episodio Nacional de la tercera serie:

"Mi amigo Fermín Caballero. Era éste de color moreno; facciones bastas y rudas, del tipo castellano, común en campos más que en ciudades; bigote negro con mosca; cabello encrespado, que parecía un escobillón; complexión dura; el habla ruda y clásica, de perfectísima construcción castiza."

Las Noticias de los Valdés fueron fruto de los últimos esfuerzos de la siempre ávida curiosidad de don Fermín. Parece que comenzó a recopilar materiales para redactarlas a principios de 1874 y lógicamente fue Cuenca uno de los lugares donde con mayor ahínco trató de hallar las huellas primeras huellas familiares de Alfonso y Juan. Contó en la ciudad del Júcar con un excelente colaborador, don Mariano Sánchez Almonacid (Huete,?- Cuenca, 1894), catedrático y Director del Instituto de aquella ciudad, periodista liberal desde las páginas del Eco de Cuenca, concejal, Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, numismático y también académico correspondiente de la Academia de la Historia y miembro de distintas sociedades sabias. Fue el padre de Emilio y Ángel Sánchez Vera.

Aunque don Fermín se interesó por los fondos de la Biblioteca Nacional de Madrid y los de la Academia de la Historia, de los que obtuvo copia de la mayor parte de las cartas de los erasmistas corresponsales entre sí y con el de Rotterdam, y en Simancas de facilitaron copia de muchos documentos de la Cancillería imperial, y recabó informes de nuestros agentes diplomáticos en Viena y Nápoles, con notorio olfato dirigió las pesquisas de Sánchez Almonacid hacia los archivos parroquiales de Cuenca, entonces todavía intactos. Estas, prosiguieron después por los papeles del Ayuntamiento y los del Registro de la Propiedad y Escribanías, puesto que nadie sospechaba entonces siquiera que en el Palacio Episcopal se conservasen casi íntegros los del Tribunal local de la Inquisición, tan pródigo luego en noticias valdesianas.

Sorprende y admira, justo es decirlo, el rigor con que aquel hombre trabajó, moviéndose por encargo ajeno a tientas y con cierta premura entre un fárrago documental ingente, sorteando unas veces los caprichos de los custodios de los papeles y otras padeciendo contratiempos mucho más serios, como el asalto a la ciudad perpetrado por las tropas carlistas en el mes de julio de 1874: "La alarma de proximidad de los carlistas me cogió en el Archivo del Ayuntamiento y he encontrado en el bolsillo la nota de apuntes que iba haciendo, cuya copia es adjunta".

Todos los datos conquenses referidos a los Valdés que figuran en esta obra, genealógicos, económicos y políticos, así como la precisa localización de las casas en que sucesivamente vivieron, mediante la traza del borrador que sirvió de base al plano que en ella se incluye, los obtuvo pacientemente don Mariano, remitiéndolos a Caballero hasta mediados de mayo de 1874, casi en las mismas vísperas de la entrega del libro a la imprenta que debió tener lugar en junio o julio, puesto que a principios de agosto le fue entregado a su autor por la Imprenta del Hospicio de Madrid.

Un año apenas restaba a éste de vida. Dos meses antes de su fallecimiento (25 de mayo de 1876) así daba noticias de su estado desde Barajas a su corresponsal:

“Mi querido amigo don Mariano:

Como anuncié a usted en mi última, he venido a esta casa nata en busca de alivio a mi flojedad y mi desgana. En ocho días que aquí llevo no advierto mejoría y, si en otra semana sigo lo mismo, me volveré a Madrid.

Doy a usted razón de mi persona y estado, porque se lo ofrecí, y porque sé que ambas cosas de su buen amigo le interesan".

Paco Auñón

Paco Auñón

Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...

 
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