El árbol de Nicu
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Córdoba
Se llamaba Nicu y vivía en la calle. Digo vivía porque falleció hace unos días. Murió como vivió, pobre, pero afable y agradecido. Siempre con una sonrisa en los labios. Y eso que en muchas ocasiones tuvo razones sobradas para perder el ánimo, como poco, en circunstancias en que usted y yo hubiéramos desistido de cualquier esperanza.
Si para todos nosotros la situación de confinamiento fue, cuanto menos, incómoda, para las personas sin hogar fueron momentos de horrible caos. Para Nicu incluso supuso un desahucio, pues hasta lo expulsaron del árbol bajo el que dormía. No era difícil encontrarlo. En la calle vivió el calor del verano y sufrió el frío de Filomena, las lluvias de invierno y los amaneceres helados. Hasta que se le paró el corazón, quizá de tanto esperar una vida mejor que no llegaba. Esa que a todos nos garantiza la letra constitucional de nuestro estado del bienestar y que es la razón misma de la existencia de una administración pública, que no tiene sentido si no es desde el servicio a todas las personas, especialmente de los más vulnerables, que hoy siguen viviendo y muriendo en la calle, arrebatada su dignidad y sus derechos.
Pocos echarán de menos hoy a Nicu, salvo los voluntarios que se encontraban con él cada noche y su árbol, del que fue expulsado como Adán del Paraíso. Permítante que sirvan estas palabras para su recuerdo y encomendarlo a Dios, que quiere más a los pobres que a los ricos. Descanse en paz.
Salvador Ruiz Pino.
Director de Cáritas Diocesana de Córdoba