Sociedad | Actualidad

Juan del Río, periodista

Por EUGENIO CAMACHO

Con Juan del Río, después de una entrevista en su despacho de Beremati / Paco Martín

Con Juan del Río, después de una entrevista en su despacho de Beremati

Jerez de la Frontera

La única vez que he accedido en mi vida profesional a enviar una entrevista por escrito a su protagonista antes de su publicación fue por un favor personal que me pidió Juan del Río. Ni siquiera le pregunté el motivo. Sabía perfectamente que querría comprobar que no hubiera habido ningún error de expresión en sus respuestas, que bien pueden darse en cualquier entrevista oral, y que sus anotaciones afectarían a la forma, y nunca al fondo de los asuntos tratados. Su gran conocimiento y profundo respeto por nuestro oficio se lo habrían impedido.

Para un periodista, despachar con el Obispo Del Río era un verdadero placer. Siempre lo fue en las muchas ocasiones en las que tuve la suerte de coincidir con él. Entre comunicadores andaba el juego y nos entendíamos con la mirada. Eso dio lugar a una excelente relación personal durante sus nueve años de episcopado en Jerez, en los que tuve la oportunidad de entrevistarle decenas de veces en prensa, radio y televisión. Tras su ascenso como Arzobispo Castrense me reencontré con él en 2012 con motivo del traslado a Almonte de la Virgen del Rocío, de la que era gran devoto como buen onubense. Y últimamente habíamos retomado el contacto gracias a un buen amigo común, Carlos López Segovia, que en su día fuera su secretario en Jerez.

Monseñor Del Río dominaba la comunicación en toda su extensión. Era un gran entrevistador que sabía dar los titulares que a él y al profesional de turno les interesaba. Además, como orador tenía una buena retórica y bajo su tutela las relaciones de toda la curia y de las delegaciones diocesanas con los medios nunca fueron tan fluidas como entonces. Ello permitió conectar como nunca al pueblo diocesano con un Obispado que alcanzó con su gobierno las cotas más altas.

En su episcopado consiguió traer a Jerez a las Hermanas de Belén y evitar así que el Monasterio de La Cartuja cayera otra vez en el abandono tras la marcha de los monjes de la Orden de San Bruno. Su papel fue fundamental para que Jerez contara con un Instituto de Ciencias Religiosas dependiente de la Universidad Pontificia de Salamanca. Y suyas fueron las operaciones urbanísticas, no siempre bien entendidas, que permiten a la diócesis disfrutar de una sede moderna y amplia y haber recuperado de paso una parte importante de nuestro patrimonio con la rehabilitación del Palacio de Bertemati.

Los frutos durante sus casi dos lustros serían interminables de enumerar. De lo que no cabe duda es de que Juan del Río ha sido el gran Obispo de Jerez. Sin dejar de reconocer la labor durante los primeros veinte años de la diócesis de Rafael Bellido Caro, y de su sucesor, José Mazuelos.

Después de once años de una gran labor como Arzobispo Castrense, Juan del Río tenía ya la jubilación a un par de años vista. Sabía de su deseo venirse a vivir algún día entre Cádiz y Sevilla. Esperaba ese momento con impaciencia para poder tenerle cerca de nuevo y retomar nuestros encuentros y conversaciones. Lamentablemente, un virus del que no olvidaremos ya jamás su nombre, nos ha arrebatado esa posibilidad. Pero sentía que era de justicia unirme a los muchos reconocimientos que empiezan a darse en la ciudad a la que sirvió de manera ejemplar, y que seguro no han hecho más que empezar.

 
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