Reflexión y explicación
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Comentario Alberto Menéndez 21.01.21
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Asturias
Son muchos ya los meses de pandemia y de una forma de vida que nada tiene que ver con la de hace solo un año. El cansancio de la población por los recortes de todo tipo, los confinamientos, los cierres perimetrales o comerciales, es patente. Cada día más. Por eso es tan importante que los gobernantes empiecen a atinar ya, de forma habitual, a la hora de tomar decisiones. Se han cometido tantos errores, en general (sin más concreción) que los ciudadanos ya no se fían de quienes, teóricamente, rigen sus destinos. Están hartos de la inoperancia de los políticos. Y, sobre todo, están hastiados de la falta de entendimiento entre los diversos partidos a la hora de abordar una situación tan crítica como la actual.
Todas las comunidades autónomas han sufrido altibajos desde que el coronavirus irrumpió en la vida de los españoles. No estamos hablando, por lo tanto, de éxitos o fracasos de unos u otros a la hora de abordar la lucha contra la Covid 19. No es eso. De lo que se trata en tiempos tan complicados es de analizar objetivamente las políticas llevadas a cabo día a día por cada gobierno (central o autonómico), y en base a ello resaltar los éxitos, si los hubiese (son muy pocos desgraciadamente) o denunciar los errores, la demagogia o el populismo de cada uno de los ejecutivos cuando la ocasión lo demanda. Por ejemplo, ¿cómo se puede catalogar, si no es como puro electoralismo, lo que está sucediendo en torno al ministro Illa y la celebración de las elecciones catalanas?
Lo menos que se le puede pedir a un gobierno es capacidad de reflexión para tomar las medidas más oportunas respecto a la pandemia y, además, dotes suficientes para explicar adecuadamente sus políticas a los ciudadanos y poder así tranquilizarlos, no exasperarlos. En los últimos tiempos el gabinete que preside Adrián Barbón no está acertando: está trasladando a la opinión pública una imagen excesivamente confusa, de falta de ideas suficientemente meditadas. Son tantas las propuestas, tan dispares, tan comarcalizadas y tan cambiantes que el asturiano ya no sabe a qué atenerse. Y eso es lo peor que le puede pasar.