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Los Caballos del Vino de Caravaca, declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO

El organismo internacional dictamina a favor de este reconocimiento para estas fiestas históricas que remontan su origen al siglo XIII

Murcia

Los Caballos del vino de Caravaca han subido hoy una cuesta del castillo muy especial: la de ser patrimonio inmaterial de la humanidad.

El Comité Intergubernamental de la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial ha decidido este miércoles que la fiesta caravaqueña, una de las más importantes de la Región, merece este reconocimiento. El Ayuntamiento de Caravaca ha seguido la reunión telemáticamente y ha recibido junto a vecinos, peñas y caballistas la noticia con la máxima alegría.

Pese a que en un primer momento el Comité evaluador había terminado que no se cumplía con uno de los requisitos, finalmente, y tras una enmienda presentada por Brasil, el representante de España ha resuelto las dudas que había y ha ahondado en el diálogo que se establece en esta fiesta entre los caballistas, los caballos, los veterinarios y las bordadoras. Una fiesta ancestral, ha explicado España, que finalmente ha obtenido este reconocimiento.

Los orígenes de la fiesta se pierden entre la historia y la leyenda. Según la tradición, estando sitiada la fortaleza templaria de Caravaca por los moros granadinos, hacia 1250, y necesitando los moradores agua para abastecerse, ya que los aljibes estaban exhaustos, un grupo de caballeros templarios atravesaron el sitio musulmán, con el consiguiente riesgo que ello entrañaba.

Al no poder conseguir agua en el Campillo de los Caballeros, cargaron vino en pellejos a lomo de sus corceles. Volvieron velozmente y con una espectacular carrera burlaron el cerco enemigo para llevar el líquido a los defensores del Castillo, donde ya se guardaba, desde 1231, la Reliquia de la Santa Cruz.

Al llegar fueron recibidos con alborozo, ofreciendo y ataviando las mujeres a los mozos y a los caballos con ricos mantos bordados y ramilletes de flores, considerándolos, de esta forma, héroes y salvadores de la situación.

Desde la Edad Media, con más o menos esplendor, según las épocas, se viene celebrando anualmente la efeméride. Sin embargo es en el S. XVIII, en pleno Barroco, cuando la fiesta comienza a configurarse como tal, y durante el Romanticismo Decimonónico cuando alcanza la estructura lúdica que hoy tiene.

En 1959 se realizó la renovación de las fiestas, dado que por la Guerra Civil y de la posguerra se encontraban en decadencia. Se crearon grupos de moros y cristianos, se estructuraron los primeros desfiles y se empezaron a crear muchas de las peñas que actualmente participan en las fiestas. En el caso de los caballos del vino, los mantos en la época de la renovación se elaboraban con colchas de cama de los ajuares de las novias o con mantones de manila de las novias, madres o hermanas de los componentes de las peñas. Posteriormente se comenzó a bordar los mantos con oro y seda hasta llegar a la actualidad donde un manto puede llegar a costar miles de euros y se tarda en elaborar prácticamente un año. El trabajo de bordadoras y de diseñadores de mantos esta muy reconocido en la ciudad.

 
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