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'Los besos prohibidos, por Pepe Belmonte

Los lunes, en Hoy por hoy Murcia, escuchamos el 'micromentario' del catedrático de Literatura de la Universidad de Murcia

Los besos se han convertido en un foco de transmisión del coronavirus / Getty Images

Los besos se han convertido en un foco de transmisión del coronavirus

Murcia

Yo no sé qué te diera por un beso

Micromentario / Pepe Belmonte (07-12-20)

02:36

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Durante estos días tan raros, aunque parezca una verdadera cursilería, me he preguntado a dónde irán todos esos besos perdidos, todos esos abrazos no consumados, que requieren de una cercanía entre las personas.

Y no tengo por seguro que podamos recuperarlos, como una asignatura pendiente, más adelante, cuando vuelvan las aguas a su cauce y podamos mirarnos a la cara sin mascarillas que se interpongan.

Este asunto resulta aún más dramático, si cabe, en una sociedad como la nuestra, entre españoles y, sobre todo, entre la gente del Sur, a la que nos gusta el toqueteo, el abrazarnos, el besuquear por cualquier motivo, el tomarnos de las manos y permanecer así durante largo rato.

Estamos, no conviene olvidarlo, en una sociedad donde domina el contacto, donde hablamos y discutimos a unos veinte centímetros de distancia, frente a ese casi medio metro que utilizan los anglosajones, que, en pleno brexit, parecen huir de los demás y de sí mismos.

Hace unas décadas, la sociedad anglosajona, precisamente, puso de moda la cultura de “no contacto”. Se nos recomendaba –a mí mismo me sucedió cuando, hace 27 años, nació mi hija– que no tomáramos en brazos a nuestros retoños para propiciarles así un desarrollo más sano, más aséptico, más libre de trabas, a lo cual me negué rotundamente, lo que luego provocó el llanto desconsolado de la niña que sólo quería estar, día y noche, en brazos. Y, ni aun así, jamás me he arrepentido de mi actitud.

En un experimento con chimpancés, que leí hace algunos años en una revista de carácter científico, se venía a concluir que estos primates preferían el calor de una madre al alimento que ésta les pudiera proporcionar. Estos primos lejanos nuestros, eran capaces de morir de inanición antes que verse privados del calor de su progenitora.

Durante este tiempo, he recordado, en varias ocasiones, aquella famosa rima de Gustavo Adolfo Bécquer, nuestro romántico por excelencia, en donde, de manera brillante, se resume ese sentimiento que en estos días a todos nos embarga. Decía así: “Por una mirada, un mundo;/ por una sonrisa, un cielo;/ por un beso… yo no sé/ qué te diera por un beso”.

Pepe Belmonte

 
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