Guerrero frente a las dificultades
Ovación del Teatro Falla al bailaor gaditano Eduardo Guerrero con su espectáculo 'Sombra Efímera II'
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Eduardo Guerrero, durante un momento de la representación de 'Sombra efímera II' / E.G..
![Eduardo Guerrero, durante un momento de la representación de 'Sombra efímera II'](https://cadenaser.com/resizer/v2/QMNGCDCEDFMPVIBBAP3MX3ZUGM.jpg?auth=7831d41faba60eaa7a9c0e9825aa502a79d9034d5e5215fffa1b536fd27736b5)
Cádiz
Eduardo Guerrero (Cádiz, 1983), uno de los bailaores flamencos más pujantes y prestigiosos de España, tenía un 2020 plagado de actuaciones repartidas en varios países. Como al resto, la pandemia hizo trizas todos esos planes y ha dificultado volverlo a ver en los escenarios. Las últimas restricciones no han impedido que el artista volviera a pisar las tablas de su amado Teatro Falla en su ciudad, donde ya estuvo en 2018, y donde, no sin alguna traba previa, ya puede sentirse profeta en su tierra. Aquí, a una hora poco dada para el arte como las cuatro de la tarde, ha representado Sombra Efímera II, un oscuro viaje desde la abstracción a conceptos como la conquista, la posesión, el amor, la libertad o la tierra.
Sombra Efímera II, a pesar de su título, no es exactamente ninguna segunda parte de nada. Sí es una evolución de un proyecto que Guerrero inició en Holanda, cuando era una pieza individual dentro de una burbuja, a propuesta de un arquitecto alemán. De ahí pasó a los Teatros del Canal con un espectáculo ya colectivo pero sin escenografía, hasta llegar a esta última fase, que estrenó el año pasado en el Maestranza de Sevilla, y que casi se despide en el Falla de Cádiz, antes de centrarse del todo en la nueva obra (Debajo de los pies) que ultima para el próximo Festival de Jerez.
Eduardo Guerrero, que lleva bailando desde los seis años, nunca lo ha tenido fácil, aunque su enorme talento ha ido abriendo puertas y derribando muros. Y, aunque el coronavirus ha frenado su imparable carrera ascendente, al menos, este fin de semana se puede llevar el consuelo de haber vencido a la pandemia para ser ovacionado y respaldado por su gente.
Sombra Efímera II no es un producto de fácil digestión. No cuenta con una estructura narrativa lineal, sino que está compuesta de escenas independientes que sí avanzan hacia una conclusión, aunque desde lo conceptual y lo abstracto. El suelo es blanco. Suenan las voces de Samara Montañez y Manuel Soto. "¿Quién cierra? ¿Quién abre? ¿Quién pregunta? Todas las puertas se construyen para cerrarse y abrirse", pregonan ambos. Aparece Eduardo Guerrero con chaqueta marrón, camisa blanca y pantalón oscuro. En un lado del escenario, una montaña de arena negra como el carbón. Suena la guitarra de Javier Ibáñez. A partir de ahí suceden jarchas, tangos, romances, seguiriyas, soleás y fandangos. Lo jondo como vehículo.
La escenografía diseñada por Mateo Feijóo busca profundizar en el mensaje. Hay un telón del suelo al techo con ropa usada, que se compró en Mensajeros de la Paz como gesto solidario. También expresivo. Porque esa ropa, en su segunda oportunidad, impregna de humanidad y emotividad como contraste. El suelo blanco enseguida se mancha de arena negra. Todo se ensucia. Todo se estropea. Todo se ennegrece. También el vestuario del bailaor, su cara, sus brazos. Como este mundo que destruimos y nos devuelve su poder destructor. Y hay una montaña, una cima para conquistar, y una mujer que la encumbra. Y también dos hombres que se cantan y se bailan tan cerca que casi se besan.
Guerrero baila como pocos pueden hacerlo. Su virtuosismo, su manejo del compás, su dominio del cuerpo al ritmo de la guitarra, el acompañamiento perfecto a las palmas y voces de los cantaores están al alcance de pocos. Guerrero baila libre y, aunque su obra es pretendidamente oscura, su talento no puede evitar emanar luz. No hay excesos, hay pocas concesiones a la innovación, salvo un maravilloso momento en el que baila con sus zapatos desatados en las manos.
El bailaor gaditano se rodea de talento. A las voces de Manu Soto y Samara Montañez se les nota libres, desgarradas, emocionadas. Reluce la brillantez y solvencia de Javier Ibáñez a la guitarra. Todo fluye en un teatro que se relame a cada golpe que cierra cante o escena. Mucha ovación agradecida, mucho grito desde los palcos, mucho cariño regalado y devuelto. "Viva Cádiz, viva el arte y el compás", gritan desde las primeras filas de butacas.
Al final, con el público en pie, Guerrero está sucio, lleno de tierra, y golpea con sus manos emocionado las tablas del Falla. Ha vuelto a ocurrir. Otro triunfo de un gaditano en su teatro. Y no siempre es fácil. Él lo sabe bien. Viene de subir una montaña. Eso es literal. La montaña colocada en el escenario. Pero hay otra cumbre figurada que acaba de escalar.
Este virus está restando demasiadas cosas. Vidas, dinero, sueños, aforos, horarios, arte, tiempo... Está ganando. Pero en el Falla hoy ha perdido. En Cádiz, ha triunfado Eduardo. Ha vencido el Guerrero. Otra vez.
![Pedro Espinosa](https://author-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub/prisaradio/32ba2b48-557f-40c3-ae33-4918ae59d5db.png)
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...