'Los reyes se van de copas', por Pepe Belmonte
Comentario de opinión del catedrático de Literatura de la Universidad de Murcia
Murcia
Los Reyes se van de copas
Micromentario/ Pepe Belmonte (31-08-20)
02:01
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Al margen de la consabida pandemia, que cada día se parece más a una de las plagas bíblicas que sufrió Egipto (sólo falta que, durante las cabañuelas, en vez de lluvia caigan ranas), las dos noticias más destacadas de todo el verano han sido, sin lugar a dudas, la sorpresiva, precipitada y repentina marcha de Messi del Barcelona y la huida, espantada, exilio, o como quieran ustedes llamarlo, del rey emérito Juan Carlos I.
Sus más fieles seguidores han buscado de inmediato al correspondiente chivo expiatorio sobre el que descargar la culpa. De una parte, el presidente Bartomeu, que no ha mimado lo suficiente a un Messi que, dicho sea de paso, no ha sido, precisamente, un ciudadano ejemplar que siempre haya cumplido con Hacienda.
Y, en el caso del Emérito, la culpa –apuntan por otro lado- no es sino del "coletas", el vicepresidente del actual gobierno de coalición que la ha tomado con el "pobre" rey, que de pobre no tiene nada.
A ambos, a Messi y al Emérito, les unen las malas formas y el hecho de dejar tirada a una afición que hasta hace bien poco se rendía a sus pies, ignorando las miserias que escondían en sus respectivos armarios.
El rey del balón, Messi, y el rey de bastos que se marchó de copas a donde brilla el oro y lucen las espadas. Todo un órdago.
¿Imaginan ustedes que, pasados unos años, ya arrepentido, mucho más viejo y cansado, el rey emérito, con la idea de volver a España, entonara su bien aprendida cantilena del "lo siento, no volverá a suceder"?
Ni los monárquicos de toda la vida, ni los juancarlistas más acérrimos se lo tragarían en esta ocasión.
Decía el erudito cartagenero, de la época visigoda, San Isidoro de Sevilla que "no hay cosa peor que reconocer la culpa y no llorarla".