Nacida en Cádiz
María Moreno completa el Festival Patrimonio Flamenco con un viaje al pasado y la pureza
![](https://cadenaser.com/resizer/v2/F4Q2BBZ74NPT3ORGKTJOP2FLII.jpg?auth=30ca06f93dc6517e3794ca0c3bda700d6259521cbd943cacf734f2b3dfc5c0c2&quality=70&width=650&height=650&smart=true)
María Moreno baila frente a la capilla del castillo de Santa Catalina / Cadena SER
![María Moreno baila frente a la capilla del castillo de Santa Catalina](https://cadenaser.com/resizer/v2/F4Q2BBZ74NPT3ORGKTJOP2FLII.jpg?auth=30ca06f93dc6517e3794ca0c3bda700d6259521cbd943cacf734f2b3dfc5c0c2)
Cádiz
A María Moreno le gusta el olor a mar, los mediodías de plaza, las cañas de pesca en los balcones, la luz del Campo del Sur, que la reciban a gritos desde su ventana en Guillén Moreno. Porque en esa cotidianeidad de su ciudad, en esos lugares recorridos, encuentra la esencia y pureza, la suya propia. Así que cuando le propusieron hacer un espectáculo con gente de su tierra para salvar el verano flamenco en tiempos de pandemia, María Moreno aceptó apostando por volver a ser esa niña gaditana. La que puede escarbar en la playa para levantar un castillo de arena y encontrar el mar. La que recorre los puestos de pescados o San Juan de Dios entre el guirigay de la gente, la que escucha los cantes de gargantas rasgadas. Esa sencillez sin pretensiones que ha resumido en "Oriunda", la apuesta con la que se ha cerrado el Festival Patrimonio Flamenco organizado por el Ayuntamiento de Cádiz en el castillo de Santa Catalina.
El Ayuntamiento ofreció a María Moreno, como hizo el jueves con Rosario Toledo y el viernes con Edu Guerrero, montar un espectáculo con diez artistas gaditanos. Fue una propuesta hecha con escaso tiempo de organización, a modo de adelantar este festival, que se suele organizar en noviembre, y así garantizar que se pudiera celebrar por lo que pudiera pasar con el coronavirus. El encargo, lleno de buenas intenciones, tenía la dificultad del escaso plazo dado, pero Moreno se animó por la oportunidad y las ganas de volver a sentir al público gaditano tras meses de encierro.
Su propuesta también está llena de buenas intenciones. Arranca con las campanas de la ciudad a ritmo de Falla, ruidos de la ciudad, exaltaciones quiñonescas de las excelencias de los bares de Cádiz, símbolos de libertad y fiesta, de unión y alegría. Y aparece María, a oscuras, como la que nace en esa ciudad tan hermosa y cargada de duende, a la que ha tocado la varita del arte. Y, en silencio, mueve el mantón como pocas lo hacen. Es un torbellino, un ciclón capaz de parar el tiempo.
Ese mantón se lo cede a la primera artista invitada, May Fernández. "Aunque me lo pidas hincado de rodilla", canta con esfuerzo y garra. La humedad hace estragos en la garganta. También en la técnica porque falla el piano de Sergio Monroy, cuyo rostro evidencia la desazón de no poder acompañar a la artista en esta primera parte del espectáculo. Salva la situación un brillantísimo Óscar Lago, que, con su guitarra, se convierte en el gran peso musical de la obra con enorme maestría. Como le ocurrió el día anterior a Anabel Rivera, cuando su micrófono falló mientras cantaba con Eduardo Guerrero, los grandes muchas veces muestran su luz en las adversidades.
Entra Inma López, joven bailaora que resuelve con frescura este arranque algo nervioso. "En el arroyito de enfrente de mi casa, donde tantas veces ahogué mis penas". Miguel Rosendo sube al escenario con fuerza y trata de recomponer la situación con unas alegrías. "Vamos a acordarnos de nuestra tierra, la más bonita que hay". Y da pie a uno de los momentos más hermosos del espectáculo.
Solo disfrutar del hermoso diálogo entre los hermanos Pilar y Juan Ogalla habría justificado organizar este "Oriunda". En su taconeo profundo, en sus miradas de complicidad, en su lección de elegancia y dulzura está gran parte del arte gaditano del baile y que tiene a María Moreno como gran heredera. Este deleite, este momento maravilloso que sabe a poco, propiciado por la bailaora, es el mayor acierto del espectáculo. Se explican aquí muchas claves de la pureza gaditana: la sencillez, el talento desprendido, la emoción espontánea. Se remata la escena al compás de la hermosa cantiña "Dime qué te pasa carita de rosa". Ovación.
Óscar Lago se queda solo en el escenario junto a Roberto Jaén, a la percusión y palmas. Sale Miguel El Lavi, reflejo del arte gitano de Jerez, voz ronca, de la que rasga. "Quiero volar donde me lleven los vientos, no voy a dejar que me roben mi sueño". Sale María Moreno, de rojo y negro, con lunares. Se mueve a golpes de chasquidos, eleva los brazos, empieza contenida, se engrandece después al son de bulerías por soleás. "Que te he querido y no lo niego, pero en el alma me pesa por tus condiciones malas". El Lavi y Lago consiguen una gran unión y el baile de María vibra y hace vibrar. "Yo no quiero volar por volar, yo lo que quiero es vivir volando".
Llega el momento final, con todos sobre el escenario de nuevo, a modo de patio de vecinos, de ese barrio que reivindicaba Fernando Quiñones como esencia de cada ciudad, especialmente en Cádiz. Roberto Jaén, dotado de la gracia gaditana natural, ejerce de maestro de ceremonias en este tramo final, aunque se le ve algo incómodo, sin la impresionante soltura y picardía de otras veces. Jaén explica el incidente del piano de Monroy, redefine a los participantes. A Rosendo le dice que tiene "un subwofer en el pecho". De Pilar Ogalla dice que es "la Marisol de Cádiz". De Juan Ogalla, que es el "Marlon Brando de la bahía".
El fin de fiesta se resuelve correctamente, sin grandes alardes. Todos cumplen su responsabilidad con solvencia. Falla el sonido, de nuevo, cuando canta Rosendo. Al menos se le escucha, aunque como enlatado. Decían recientemente David Palomar y Javier Katumba en la SER que en todos los festivales flamencos que se hacen en Cádiz siempre falla algo, un aspecto que se descuida y que acaba dejando un regusto amargo. En este caso, sin duda, el bienintencionado festival queda algo marcado por un sonido bastante mejorable que, con todo, no impide disfrutar de la obra creada.
Se lucen todos en este final que llega más pronto de lo esperado. María Moreno y Óscar Lago se quedan solos en el desenlace. La bailaora vuelve a parar el tiempo con su mantón y se marcha en un cierre hermoso y recogido. Tras la alegría de recorrer los patios, el mercado, los barrios de su ciudad, queda ya esa niña hecha mayor sobre el escenario y su mantón sobre la silla. Hasta la próxima vez. Nadie sabe cuándo será. Sobrecoge esta despedida. Termina el Festival Patrimonio Flamenco de Cádiz sin grandes citas a la vista en la ciudad para nuevos espectáculos y con la incertidumbre de cuando volverán a sonar las guitarras, los tacones y las gargantas de Cádiz.
![Pedro Espinosa](https://author-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub/prisaradio/32ba2b48-557f-40c3-ae33-4918ae59d5db.png)
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...