Isabel II entre el sexo y la magia
La reina Castiza, Isabel II, es una de las monarcas que más ha marcado el devenir de Madrid. Sin embargo poco es lo que conocen los madrileños de ella. Su salida al exilio en 1868 después de la Revolución Gloriosa, levantó un denso velo, mezcla de olvido e ingratitud que no hace justicia a una mujer tan carismática como ella
Isabel II entre el sexo y la magia
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Madrid
Cuando quedamos en la plaza de Ópera realmente no somos conscientes de que ese lugar no existe. El nombre real de la plaza es Plaza de Isabel II. De ella hay una enorme estatua de bronce sobre un gran pedestal en el centro de la plaza. Y digo enorme porque Isabel acabo siendo eso, enorme. Comenzó como una chiquilla de aspecto dulce y esbelto, pero su apego al chocolate y al arroz con leche la convirtió en una mujer horonda y de carnes colgadas.
En esta sección ahondamos en dos temas relacionados con la reina cuyos gustos no dejan de ser sorprendentes aún hoy.
Sexo y magia
La historiografía ha demostrado, quizá por las referencias de su marido cuya homosexualidad era bien sabida entonces y ahora, que Isabel debía buscarse las habichuelas por otros lados. Es posible que esa necesidad le llevara a pasare de frenada y a que no quedara satisfecha con lo que poseía casi a diario. Ricardo de la Cierva ya demostró en su momento cotejando fechas de nacimientos y posibles concepciones que el padre de sus hijos no podía ser el monarca Francisco de Asís de Borbón,
En otro orden de cosas, en un tiempo en el que no había internet ni televisión o radio, la casa real gustaba de entretenerse con los gustos más refinados. Y entre ellos estaba la magia, el ilusionismo. A Isabel II le gustaba la magia y por el palacio real pasaron algunos de los magos más reputados del momento. Incluso debutó ante ella, con tan solo 15 años de edad quien sería el mejor mago del siglo XIX, Alexandre Herrmann, el artista más importante de una enorme dinastía de magos que triunfó en aquella época.