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Coronavirus Covid-19

Volar en tiempos de cuarentena

Desde la declaración del estado de alarma, por los aeropuertos canarios pasan unos 250 viajeros al día, un 99,5% menos que durante el mismo periodo del año pasado. Los pasajeros vuelan estos días por motivos laborales, médicos o para regresar a sus lugares de residencia.

Terminal de salidas del Aeropuerto de Gran Canaria / David Perdomo

Terminal de salidas del Aeropuerto de Gran Canaria

Las Palmas de Gran Canaria

Hace tan solo unas semanas, el aeropuerto de Gran Canaria amanecía siempre con su habitual ir y venir de pasajeros. Mayoritariamente turistas que comenzaban o finalizaban sus vacaciones en la isla. Visitantes que llenaban las cafeterías del aeródromo, con sus habituales precios desorbitados; que se esforzaban para subir o bajar su equipaje a las cintas de facturación y que guardaban su turno en los controles de seguridad. Una imagen típica de cualquier gran aeropuerto con la que el COVID-19 ha acabado.

Este jueves de estado de alarma, el aeropuerto de Gran Canaria amanecía prácticamente vacío. Una imagen insólita que parece sacada de una película apocalíptica. Sólo se puede acceder a la terminal de salidas por las puertas 1, 2 y 3 mientras el resto, unas 15 más, están cerradas. Una terminal donde apenas vemos a cuatro trabajadores de aerolíneas y a tres policías nacionales que se encargan de un pequeño control de acceso para llegar a la zona de facturación.

Los pocos pasajeros, que aún no han pasado por el control de seguridad, esperan sentados que se acerque la hora de su vuelo, sin mucho que hacer. Las cafeterías y tiendas están cerradas y sólo continúa con su actividad la farmacia del aeródromo. Uno de esos viajeros es Adolfo. Llegó muy temprano y vuelve a Tenerife Norte tras hacerse una prueba médica en el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín. "Vine en un avión casi vacío, en el Binter sólo viajábamos 20 personas. Estamos viviendo una situación surrealista", decía sorprendido mientras se bebía un zumo de bote y un sándwich de máquina. Justo detrás de Adolfo encontramos a Stephen y Nicole, un matrimonio sueco, que hablan con dificultad en inglés y que intentan, por cuarta vez, coger un avión después de que les hayan cancelado los 3 anteriores. "Ya hemos gastado 13.000 coronas suecas (1.200 euros) en todos los billetes" nos asegura el Stephen. Vuelven a su país de origen, haciendo escala en Tenerife, tras pasar seis meses en Playa del Inglés.

En el aeropuerto también nos encontramos con Nicolás, un joven de La Rioja, que estaba atrapado en la isla. "Mis padres se contagiaron de COVID-19 y no podía volver a casa ya que estaban en cuarentena. Todo este tiempo me he quedado con una amiga y ahora, por fin, puedo volver con ellos que han superado la enfermedad", nos comenta emocionado. Algo más preocupado estaba Juan Ramón. Al igual que Nicolás, también viaja en el vuelo de Iberia a Madrid para luego trasladarse hasta Badajoz. "Me voy para cuidar de mis padres. Tienen 83 años y no pueden valerse por ellos mismos. Hasta ahora los cuidaba mi hermana pero ha empezado a trabajar y ahora me toca a mí", nos comenta mientras agarra su pequeña maleta de equipaje.

La mayoría de los que viajan estos días lo hacen por motivos laborales. Juan vuela a Fuerteventura para "hacer una visita a un parque eólico que está en construcción, pero vuelvo esta misma tarde", nos explica. Germán tiene que llegar a Palma de Mallorca. Para eso tendrá que pasar antes por Barajas "con mucho respeto y con medidas de seguridad". Es un técnico de climatización que trabajará durante semanas en la renovación de un hotel. "No me gusta volar pero es trabajo y ahora es fundamental", nos explica con resignación.

Son los pocos protagonistas que volaban este jueves de Gran Canaria que recibía su último avión de la jornada sobre las 12:30 horas. Así acababa la actividad en este aeródromo que el COVID-19 ha convertido en un aeropuerto fantasma.

 
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