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DIARIO DE CUARENTENA

Las portadas de mañana

'Diario de cuarentena', de David Perdomo.

David Perdomo / Cadena SER

David Perdomo

Las Palmas de Gran Canaria

Han pasado más de 10 años pero estos días he recordado un debate improvisado que tuvimos en la Facultad de Ciencias de la Información. Un profesor nos lanzaba una pregunta: ¿el periodismo debería tener límites? Todos los alumnos saltamos diciendo que no, que el periodismo que no es libre no es periodismo sino es otra cosa. A lo que el profesor nos respondió enseñándonos una crónica del accidente aéreo de Los Rodeos.

Los periódicos de la época mostraron, sin ningún tipo de reparo, los cuerpos de los fallecidos en aquella catástrofe. Era algo común hasta bien entrado los 80. Mostrar todo, sin censura, sin ponernos en la piel de las víctimas que eran las protagonistas de la información. El profesor nos volvió a hacer la pregunta y ya aparecieron más dudas. Nos aconsejó que cuando nos encontrásemos ante esta situación nos preguntáramos que aporta el mostrar una imagen dura. Si la respuesta es simplemente morbo lo mejor es no publicarla.

Afortunadamente la mayoría de los periodistas actuales tenemos interiorizado qué debemos publicar y qué no. Aunque en ocasiones, como durante esta pandemia, volvemos a tener casos controvertidos. El último, la portada de un periódico a nivel nacional que este miércoles aparece con una imagen de una de las víctima del COVID-19. En ella se ve a una médica y una enfermera junto al cadáver de un hombre que no consiguió superar el coronavirus en su casa. Una fotografía durísima que hoy, como en aquella clase de la facultad, muchos nos preguntamos qué aporta.

Sobra decir que no soy el mejor periodista del mundo por lo que no voy a dar lecciones a ningún compañero. Pero sí me gustaría que mis colegas reflexionaran sobre qué aporta en estos días mostrar cadávares. Es cierto que el periódico tiene el consentimiento de la familia de la víctima para publicar esa imagen pero, ¿es suficiente con eso?, ¿qué consigue al publicarla?. Mostrar un muerto de esa manera solo se entendería si se enseñara alguna consecuencia que desconociéramos de la enfermedad. O si nos hiciera ser más conscientes de la dureza del COVID-19. O si como sociedad nos diese igual las más de 18.000 personas que han muerto con el coronavirus. En definitiva, si nos aportase algo. Pero en este caso nada de eso se cumple.

El debate sigue abierto y mucho defienden esta portada asegurando que no es la primera vez que se muestra a un muerto. Por ejemplo, cuando se habla de inmigración irregular. Aunque a mi juicio no es comparable porque precisamente las personas que suben a una patera son casi siempre invisibles y esas imágenes nos aportan algo, nos enseñan ese sufrimiento que no queremos ver. En este caso, a diario hablamos de los fallecidos por COVID-19, no hace falta verlos, sabemos que están ahí y cuando toda esta locura pase exigiremos que se les honre con justicia y buscando responsabilidades.

La crisis del COVID-19 está creando una crisis ética tanto en la política como en el periodismo. No hay duda de que las muertes pueden remover conciencias, ser un punto de inflexión para mejorar y cambiar las cosas. Pero nunca deben usarse como un instrumento para vender más o para hacer política. Una lección para la no que hace falta tener conocimientos de periodismo sino simplemente un poco de humanidad.

 
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