El coronavirus modifica la actividad de los comedores sociales, pero no los cierra

Fuenlabrada

Dos bocadillos, uno de chorizo y otro de tortilla francesa, un litro de leche y flanes es la ración diaria que reciben las personas que este martes se están acercando al comedor social ‘Paquita Gallego’ de Leganés, que desde el lunes tienen cerrada la sala donde ofrecían comida, aunque en su lugar entregan un ‘kit’ de alimentos a todos los usuarios que acuden a la puerta principal.

En este comedor social se atiende diariamente, como media, a unas ciento diez personas, la mayoría inmigrantes que “a pesar del coronavirus, no deben quedarse desatendidos, porque están en la calle”, dice Dolores Rasero, una de las voluntarias del centro. Esta instalación lleva funcionando 40 años en Leganés y en la actualidad la atienden 28 voluntarios, que en tiempos del coronavirus no han querido dejar de hacer “una labor muy bonita y necesaria”, según indica Rasero.

En ‘La Casita’ de Fuenlabrada, Maite Galdón, una de las responsables, tiene claro que no van a dejar desatendidos a personas tan vulnerables como las que acuden a sus instalaciones. Por eso, aunque tienen pensado no abrir su salón, según recomendaciones del Ayuntamiento, sí continuarán dando “comida fría”. En recipientes desechables la siguiente comida será macarrones, junto con un bocadillo, para la cena, y yogures. Todo para las cerca de 80 personas que a diario son usuarios del comedor y allí hacen su única comida de la jornada.

Según Galdón la mayoría de las personas que atienden son inmigrantes y desde el pasado mes de noviembre ha detectado que acuden “un gran número de venezolanos y peruanos, muy jóvenes”.