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Tercera fase del concurso de murgas adultas | La crónica

Zeta Zetas saca brillo a su corona

Los de Javi Lemus se pasean a placer por una tercera fase desconcertante

Zeta Zetas, en la tercera fase. / Cadena SER

Zeta Zetas, en la tercera fase.

Santa Cruz de Tenerife

Las murgas que les precedieron en el escenario durante cuatro horas de actuaciones se ocuparon este miércoles de ponerle alfombra roja a Zeta Zetas para que luciera con todo su esplendor. El plantel de Javi Lemus lo tuvo más fácil que nunca para brillar con luz propia, la de su emocionante (y monumental) segundo tema. Aun dejando el caviar para la cita cumbre del viernes, el grupo que defendía cetro pudo sacar lustre a su corona. Destacaron todavía más por el abismo que les separó del resto en una preliminar insufrible, que se hizo eterna hasta que llegaron ellos. También se salvaron de la quema unos notables Desbocados. Un grupo sin la solera de otros, pero con méritos de sobra para plantarse en su primera final en 11 años. El gran fiasco fue Triquikonas, lejos de sus años más boyantes y con serias dificultades para convencer. Su naufragio fue absoluto en crítica y, lo más preocupante, también en el humor facilón y comercial que llevan por bandera.

DESATADAS. No competían contra las demás, sino contra los nervios y las dudas del estreno. Se notó a la murga muy tensionada y acuciada por la responsabilidad del debut, que solventaron como pudieron después del sinfín de problemas que han tenido en los últimos meses. Todo un logro competir desde una cifra tan baja de componentes (43)... ¡y sin director musical hasta hace diez días!

Los problemas de afinación les acompañaron desde el principio y complicaron que el auditorio pudiera prestar atención a sus letras, la primera con una supuesta manifestación y la segunda sobre superhéroes de carne y hueso.

Si disfrutaron sobre el escenario la experiencia de estrenarse como murgueras de concurso, todo el estrés de septiembre a febrero valió la pena. A partir de ahora, ya solo pueden ir a mejor.

TRIQUIKONAS. Eran la fase y el momento ideales para las otrora reinas del humor. Cuando aún el reloj no marcaba las diez y la preliminar ni había despegado, el pelotón se encontró con la noche perfecta para despuntar y poner los dos pies en la final. Pero pinchó contra todo pronóstico y la decepción fue mayúscula. Dejaron al público boquiabierto... pero por lo floja y previsible que fue su actuación.

Las 101 de Almudena Domínguez comenzaron con el anunciado y sincero agradecimiento -verbalizado por su directora- a todos los compañeros de otros grupos que se volcaron con ellas para ayudarles a montar sus tocados, aún inacabados la noche antes de su actuación. Ejemplo de solidaridad murguera.

Su propósito de hacerse aún más comerciales se nota desde su primer tema, en el que se visten de presidiarias a lo 'vis a vis'. Tardan un mundo en arrancar -en realidad nunca lo hicieron- en una canción huérfana de chispa hasta bien entrada su interpretación. Enseñan su versión más guerrera para hablar del maltrato a las mujeres y acaban con la sensación de haber desaprovechado una idea muy original a la que apenas sacaron punta.

Tras el fiasco del primer tema, pareció que lo fiarían todo a su factoría de humor facilón y comercial que tantas veces ha funcionado. Pero no encontraron la pócima perfecta ni vestidas de hada, hasta el punto de dejar la sensación de que ya entonces habían desfilado ocho murgas mejores que ellas. Decepción grande.

CASCARRABIAS. Una actuación histórica (la primera de una murga portuense sobre las tarimas de Santa Cruz) que se saldó con buen sabor de boca. Su director es el carismático Javi 'Chileno' pero introdujo los dos temas David Padilla, cuya mano se nota en afinación, voces y selección musical.

El entusiasmo de su debut en la capital les dio un plus desde los primeros compases de su pasacalle. Se aprovecharon del pinchazo de Triquikonas y cogieron a un público ávido de buenas letras, pero su gran pecado fue que abordaron temas sobre los que ya se había cantado hasta el hastío: derechos laborales, inmigración, bullying, los ancianos... En su primer tema lo hicieron desde un prisma muy poco original y con un hilo argumental que también estaba demasiado cacareado en concursos pretéritos (los héroes). Eso sí, sonando muy bien.

Tratan de salirse del guion en la segunda parte de su actuación vestidos de arbusto pero también ahí ofrecieron argumentos 'repetidos' como el recado a los que se van a la cantina cuando actúan las femeninas o el canto a la unidad tomando como referencia el incendio atroz de Gran Canaria. Hubo un largo rato que el efectismo (iban de verde hierba) perdió toda relación con lo que cantaban. Pueden irse con el regusto dulce de haber defendido con uñas y dientes el repertorio que también empuñarán en el Norte, donde intentarán proteger su corona comarcal.

ARREMANGADOS. Los de Candelaria tendrán que seguir peleando por escapar de las peor puntuadas del concurso. Apenas se notó evolución respecto al año anterior  y los problemas de afinación les acompañaron casi durante los 30 minutos de actuación. No todo se les entendió como les habría gustado.

El primer tema pivotaba sobre una muy buena idea (las casas de apuestas), pero la desperdiciaron por culpa de una redacción muy mejorable. No le sacaron todo el juego que hubiera sido posible. En la segunda parte de su interpretación ofrecen humor a cuentagotas en una sucesión de tartazos en directo con destinatarios tan dispares como Iniesta "o el del sonido por jugársela a Diablos el año pasado". Sin orden ni concierto, sin ton ni son.

Cuando al acabar su director aseguró ante el micrófono que las murgas "hacen el concurso cada vez más grande", tal vez no se refería a la actuación que acababan de completar. Un disparate.

LOS DESBOCADOS. Tras cuatro actuaciones decepcionantes en un suplicio de fase insufrible, el plantel de Juani Padilla tenía ante sí una oportunidad histórica para reventar la noche y cruzar la pasarela a la final en su undécimo intento.

Fueron la primera murga de la noche que sí sonó a murga. Buenas rimas, retahílas originales, incluso algunas estrofas brillantes en un primer tema donde presumen desde el inicio de su inconfundible ADN canario. Reivindican símbolos como la Patrona de Canarias; al Carnaval chicharrero como el mejor (a través de la comparación Juan Luis Guerra en Santa Cruz-Manny Manuel en Las Palmas) y sacan lustre a la historia del concurso de adultas con menciones a históricas como la Fufa o Chichiriviches. Convierten el escenario en un desfile de murgueros ilustres. Todo a través de un hilo conductor que no abandonaron nunca: los ciclos. El de ellos como finalistas debería comenzar este viernes.

El segundo, con un original arranque aunque se fue apagando por momentos. El ex mameluco Maxi toma un papel similar al que tuvo en la célebre letra de los Guinness y consigue que la murga interactúe con el público y hasta con el palco de autoridades. Se trataba de elegir. Y cuando acabaron de actuar -con un cubanito a coro incluido- lo único que faltaba es que eligiera (bien) el jurado.

NI MUCHAS NI POCAS. La penúltima de las murgas en desfilar por las tablas del Recinto Ferial hizo buenos los pronósticos que no las situaban entre las candidatas siquiera a ser revelación. Sí mejoraron levemente el nivel del Carnaval anterior.

Es un grupo que parece estancado en los mismos problemas que se reproducen en sus filas año tras año. Su gran mérito es seguir renovando su lista de murgueras y mantenerse en concurso. Ahora bien, tal vez debieran revisar sus letras, en las que abundan tedio y atonía.

Su actuación se hizo larga para un público que aguardaba con ansias a Zeta Zetas y el posterior veredicto con el nombre de las finalistas. Lástima que Ni Muchas no opte esta vez siquiera a los premios de Presentación. Venían de un Tercero en 2019 que ya será imposible de repetir.

ZETA ZETAS. Rezuman entusiasmo y magia a su llegada a las tablas del Recinto. Su estirón musical es evidente de la mano del genio de las voces, Richard Casanova. El fichaje perfecto para una murga que ya sonaba como un cañón de guerra.

Para dar el valor que tiene a la progresión vertigiosa de Zeta Zetas hay que recordar los años en que se quedaban a las puertas de la final o se les llamaba peyorativamente los Bambones de 'hacendado'. Ahora marcan la pauta del concurso y lo han llevado a otra dimensión a través de su ya proverbial apuesta por la innovación.

Empiezan con fuerza y a velocidad de vértigo. Dan una vuelta de tuerca a su puesta en escena, que aderezan con la voz prodigiosa de Besay y una sinfonía que pone los pelos de púa. Ahí también decidieron innovar.

En su 'Fantasma del Carnaval' sorprenden cuando el escenario se queda a oscuras y ellos prenden sus luces (y sus voces). Pero nada más. El problema es que se enredan en cuitas murgueras que quitan brillo al tema y lo alejan del espectador. Pusieron el 'modo llorada' y no lo quitaron hasta acabar. La única genialidad fue visual y lo demás, un laberinto. Les ocurrió lo que tantas veces se les ha criticado: que fu eron más ruido que nueces.

El segundo tema sí convenció. Firman su particular monumento a la mujer con un ritmo trepidante y letras llenas de emoción que hacen levantar al Recinto y resucitar la fase a las dos de la madrugada. Se metieron en el bolsillo al público... y seguro que también al jurado.

 

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