"Una pedanía sin biblioteca, pero si con local de apuestas junto a la Iglesia", por Pepe Belmonte
Aquí tienes el 'micromentario' para Hoy por hoy del catedrático de Literatura de la UMU
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Pepe Belmonte, catedrático de Literatura de la UMU. / Cadena SER
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Murcia
El ruido, el esplendor y la gloria de las fiestas navideñas, que se viven tan intensamente estos días, con los restaurantes repletos de comidas de empresa, con las calles iluminadas hasta el punto de deslumbrar a los viandantes –resulta obvio que Ballesta es un alcalde con muchas luces–, no han impedido, sin embargo, que se hable, largo y tendido –en la prensa, pero también en las conversaciones familiares y en los corrillos– del grandísimo problema suscitado por la proliferación, brutal y salvaje, de las casas de apuestas en la Región de Murcia.
Las cifras son de escándalo. Las estadísticas dicen que aquí, en nuestra tierra, las casas de apuestas crecen como setas en primavera, con un local en cada esquina, en tanto que, curiosamente, se van cerrando bares. Lo nunca visto.
Pongo un ejemplo que bien podría ilustrar este asunto: en mi pueblo, una pedanía a tan sólo un par de kilómetros de la metrópoli, aún no hay biblioteca –nunca la ha habido, por cierto, ni con Franco, ni con socialistas ni con peperos–, no hay un kiosco en el que comprar la prensa, no hay ni siquiera una librería.
Pero, en cambio, sí que existe un hermosísimo local de apuestas, visible a todas luces, situado en el centro neurálgico del pueblo, en la misma puerta de la Iglesia.
No sé cuál de todas las administraciones tiene la obligación de dictar una normativa sobre este desaguisado que está convirtiendo a los ciudadanos en ludópatas, pero, en cualquier caso, el asunto es urgente y requiere poner manos a la obra cuanto antes.
Estamos a un paso de que Murcia, uno de los lugares más contaminados de toda España –menudo honor-, se convierta en una especie de ciudad de zombis ludópatas. Una especie de reserva india ambientada con la música de las máquinas tragaperras.
En muy pocos años, por la desidia de unos cuantos, por la dejadez y la estulticia de quienes nos han gobernado, nos hemos cargado la huerta y hemos transformado en un estercolero el Mar Menor.
Sólo nos falta que alguien nos convierta en autómatas, en locos por el juego, en seres arruinados, infelices y sin personalidad.
Lo mismo es eso lo que se busca.
Pepe Belmonte