Los milagros prohibidos
Comentario inicial de David Perdomo, en el 'Hoy por Hoy Las Palmas' del 25 de octubre.
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Comentario David Perdomo: "Los milagros prohibidos"
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Mientras me tomaba el primer café de la mañana, alcé la vista a una de mis estanterías y leí, por pura casualidad, el título 'Los milagros prohibidos' de nuestro amigo Alexis Ravelo. Una novela, totalmente recomendable, que leí hace un par de veranos y que tiene ese poder, típico de las buenas historias, de removerte por dentro. Alexis nos lleva hasta La Palma, en pleno alzamiento franquista, para hablarnos de Agustín Santos, un exprofesor defensor de la democracia y la República que vaga por los montes de la Isla huyendo de la represión y de una muerte casi segura. Él era un alzado, así, paradójicamente, apodaron a los que subieron a la cumbre palmera para esconderse de la venganza sinsentido que se vivió en aquella época. No les voy a destripar el final pero el título del libro ya les puede dar una idea de que en esta historia no caben los milagros.
En realidad, Agustín Santos es un personaje de ficción. No sufrió ese viento frío de la Caldera de Taburiente, ni tuvo que dormir al raso, ni pasó hambre, ni se despidió de su mujer sabiendo que seguramente no la volvería a ver nunca más. Él no lo sufrió pero sí que lo hicieron otros canarios en los que se fijó Alexis para formar su personaje. Personas como los padres de Pino y el de Balbina Sosa. O el padre de Diego González. O tantos otros padres y madres, hijos e hijas, abuelos y abuelas que fueron ajusticiados u obligados al exilio durante esa etapa oscura de nuestro país.
Los milagros estuvieron prohibidos en España durante cuatro décadas. Tuvieron que esperar hasta la muerte del dictador para que todos esos nombres fueran recordados. Para que sus restos fueran recuperados de fosas comunes o comenzaran a buscarlos en las cunetas. A día de hoy todavía muchos ni siquiera están en la lista de represaliados. En esa lista en la que el Ministerio de Cultura ya ha apuntado más de 750.000 nombres y apellidos. Nombres de personas que sufrieron la sinrazón y el odio.
Para vivir la exhumación de los restos de Franco tuvieron que esperar otros 44 años. Para algunos ese momento que vivimos ayer es sólo una forma de reabrir la herida. No han pensado que para muchos esa herida áun no ha cicatrizado y quizás nunca lo haga. No hay que quedarse con el espectáculo bochornoso que protagonizaron algunos miembros de la familia Franco, ni si las concesiones que les dio el Gobierno fueron muchas o no. Lo que tenemos que remarcar es que, sin duda, ayer fue un día importante para la historia reciente de nuestro país. Intentaron que pareciera un segundo funeral de Estado pero en realidad a Franco lo desahuciaron de su mausoleo, lo desahuciamos entre todos. Un pequeño paso, ahora hay que exhumar sus ideas de muchas cabezas e instituciones públicas donde aún permanecen, herederas de su régimen. Aunque muchos no lo crean, hemos vivido un día de justicia para todos los que forman parte de esa lista de víctimas. Con acciones como las de ayer muchos volverán a creer que en España los milagros ya no están prohibidos.