El laberinto de los duendes: una visita sin premio
En la calle Remedios, pared con pared con el Café Central, un nuevo espacio trata de hacerse hueco entre la ingente oferta gastronómica del centro de Jerez
Jerez de la Frontera
Un plato me ha descubierto las buenas intenciones de un cocinero y un nuevo sitio, El laberinto de los duendes, para disfrutar de la variada gastronomía que se oferta en el centro de Jerez. Una de sus tapas, la Copa de Jerez, se hizo recientemente con el primer concurso "Vamos de Tapas con Vinagre de Jerez". Es un trampantojo (trampa al ojo) consistente sólo en apariencia en una copa estilizada de vino fino. En realidad, el supuesto vino es un agua de gazpacho filtrada y en la parte superior, en forma de tapa, una semimojama de atún rojo macerada en vinagre de pedroximénez con un pico largo.
Nos hablaba de este plato en nuestro espacio radiofónico semanal de "Abocallena", en el Hoy por Hoy de Radio Jerez, el propietario del establecimiento, Manuel Lorenzo, un profesional de la hostelería que había triunfado en la periferia con proyectos como La Thipica y El Colmao del Gallego. Desde hace diez meses prueba suerte en el centro de Jerez. Concretamente, en la calle Remedios, pared con pared con el Café Central, y haciendo esquina con la calle Santa Ana, una estrecha vía sin salida entre las calles Algarve y Consistorio.
Hacía allí me dirijo un mediodía para probar la famosa Copa de Jerez, que según nos habían asegurado iban a mantener durante algunas semanas más. Al ocupar toda la esquina, han dispuesto media docena de mesas con sus bancos en la calle sin salida, cuyas estrechas dimensiones hacen que los toldos blancos desplegados vayan de pared a pared.
Al local se accede por dos puertas, una en cada calle. Haciéndolo por la principal, la que da a Remedios, lo primero que nos encontramos es un pequeño puente de madera con su pasamanos incluido bajo el que fluye un río imaginario que parte de una gruta situada a mano derecha, donde ya aparecen los primeros duendes. En el techo hay hojas de parra artificiales que salen de unas cepas que cuelgan de las paredes de mampostería color ceniza que simulan las de una bodega, y de las que también cuelgan retratos pintados de artistas jerezanos: José Mercé, Terremoto, Moraíto, Jesús Méndez... Además, del techo hay suspendidas vasijas de cristal que hacen la función de lámparas.
La decoración es tan detallista como excesiva. Hay diferentes espacios. Uno más amplio formado por mesas y cómodas sillas bajas. Otro junto a la barra con dos botas haciendo de mesa, y otro más a lo largo del mostrador, con mesas y sillas altas, además de otra mesa baja más al fondo.
Para llevar relativamente poco tiempo abierto, cuentan con una completa carta de vinos, con especial protagonismo de los de la Tierra de Cádiz y los jereces. Además, hay rosados y espumosos, blancos y de Rioja y Ribera del Duero.
Lo que llama más la atención de la carta de comidas es que la mayor parte de los platos se sirven también en tapas, lo que permite llevarse una idea bastante aproximada del nivel de la cocina del Laberinto, que comanda Elías Cores, un joven chef de madre marroquí y padre gallego por el que Manuel Lorenzo ha apostado para este proyecto. Y a fe que no andaba mal encaminado. La Copa de Jerez, en la que además de Elías ha intervenido su segundo, Alejandro, denota talento, creatividad y buen gusto.
La mala noticia es que no tienen la tapa premiada con el concurso. Nuestro gozo en un pozo. No sin cierta frustración sigo escrutando la carta, un poco mosca por esta circunstancia y porque llevamos un rato esperando que nos sirvan un par de copas de manzanilla. El servicio deja mucho que desear,entendiendo en descarga del profesional que un solo camarero para atender el interior y la terraza me parece insuficiente.
Pedimos varios platos que se sirven en tapas. En primer lugar, un brick de langostinos, salsa árabe y miel de caña. La pasta filo está un tanto tosca, aunque bien escurrida de aceite. El contenido y la salsa están ricos.
Lo mismo ocurre con unas ortiguillas cuyo rebozado es excesivo, aunque su interior está jugoso y muy sabroso. Original el acompañamiento con el alga wakame.
Los fideos tostados con langostinos y alioli están estupendos. Con la pasta, unos fideos gordos, en un punto perfecto tras haber absorbido todo el sabor del fumé del marisco. Lástima la inevitable salsa alioli de bote, como obliga la normativa.
La carrillada de cerdo con garbanzos y salsa de chile denota el crisol de culturas que atesora el cocinero. La carne está perfecta, aunque a la legumbre le falta cocción, y el toque de chile es tan original como acertado.
Cerramos con unas huevas de caballa que se han llevado en la plancha más tiempo del recomendado y están un poco pasadas de cocción. Vienen servidas sobre una especie de salsa tártara y una ensalada.
Aunque su propietario no quiera etiquetarlo como gastrobar, lo cierto es que El laberinto de los duendes se acerca más en una primera impresión general a este concepto que al de restaurante. Lo más probable es que, coincidiendo con su primer aniversario, el local refuerce su carta con platos con pescados y mariscos más elaborados y potencie más su carta de vinos.
Si cuida debidamente el servicio y en la cocina hilan más fino, aquí hay otro local a tener en cuenta en el centro de Jerez. Aunque me haya quedado con las ganas de probar su famosa Copa de Jerez.
el laberinto de los duendes (puntuación: 5,75)
— Calle Remedios, 5. 11403. Jerez (Cádiz). Teléfono de reservas: 956 77 69 35. Precio medio por persona: 12-15 euros.