Ocio y cultura

¡Viva el Rey!

La comparecencia de José Tomás en Granada se salda con seis orejas y un rabo, después de una tarde intensa llena de toreo auténtico

José Tomás torea en Granada / Cedida por Agustín Arjona

José Tomás torea en Granada

Granada

En los tendidos, y antes de entrar a la plaza también, había un clamor especial. El ambiente destilaba una esencia que no se encuentra todos los días en los aledaños de la Plaza de Toros de Granada. En la Monumental de Frascuelo hacía el paseíllo José Tomás y la afición venida de todas partes del mundo procesionaba – en vísperas de la solemnidad del Corpus – hasta la Avenida del Doctor Olóriz.

Apenas unos instantes después de que los alguaciles hicieran el despeje de la plaza, el público buscaba entre las localidades si allí se encontraba, o no, el rey Juan Carlos I. Algunos medios especulaban con la posibilidad de que asistiera a esta corrida de toros. Pero no fue así. No obstante, de entre la masa congregada alguien exclamó: "¡Viva el Rey!". Todo el mundo, expectante, dirigió su mirada hacia el palco de la Real Maestranza, por si allí estuviera el monarca. Mientras, los propios maestrantes miraban sobre sí, hacia la andanada, porque entre los aristócratas tampoco se encontraba el primero de entre los españoles. Justo, en ese momento, desde el patio de cuadrillas, hacía su entrada en el ruedo el torero de Galapagar: José Tomás Román Martín. "¡El rey está en el ruedo!", alguien apostilló entre los tendidos de sombra. Y a partir de ahí, todo fue bullicio, sobrecogimiento e intensidad. Se barruntaba la grandeza en el ambiente.

Luego, en verdad, ninguna faena fue tan rotunda y tan colosal como para llegar a esos momentos de delirio y frenesí. Pero, por sí solas, casi todo lo que se vio en el ruedo es digno de formar parte de los sentidos, de la memoria y el recuerdo. ¡Qué capote! Un gran aficionado, a Tomás mecer el percal ante las terciadas defensas de los astados, señalaba la suavidad del engaño. "¡Qué barbaridad, parece una servilleta!". Verónicas que parecían verdaderos carteles de toros; los delantales con los que se sacó al quinto desde las tablas hasta los medios; las mismas chicuelinas que dio a este toro, de nombre "Bellito", que parecieron ser un crisol de toda la historia de la tauromaquia: de Chicuelo a Manzanares, pasando por Bienvenida, Camino y el mexicano Silverio. Mas no fue lo único...

Desde el tendido, hubo no sé quién que de forma impertinente, en mitad del silencio, rompió a gritar diciendo que había resucitado Manolete. Quizá sí o quizá no, que juzgue quien allí estuviera, pero lo que sí es cierto es que Tomás, ante "Novelero", volvió a darle vida a Genaro Palau cuando imortalizó a Joselito El Gallo tras una larga cordobesa. Gracia, derroche, torería, lentitud, temple, solemnidad...

Ya con la muleta, en el primero que le corrió en suerte, hizo vibrar y desgañitar a toda una plaza. Los estatuarios, como atornillado al piso; los derechazos, con un temple que más de uno quisiera. Los trincherazos, de los que hacen afición. Hubo mucho más, sin duda, pero lo que por sí solo pareció justificar el abono fueron los tres naturales que pegó en los terrenos de chiqueros. Tan largos y cadenciosos que bien podrían haber sido circulares. La gente colapsó, una desgarradora ovación hizo vibrar hasta los cimientos de la plaza. Por un momento, y 46 años después, como en aquel 22 de junio de 1973, pareció repetirse aquel magistral titular que firmaba Zabala I El Grande, a raíz de una antológica faena: "y se pararon todos los relojes...".

Hubo festival de orejas y hasta un rabo que la gente pidió así porque sí, con ganas de que aquello terminara por todo lo alto. Aunque, en verdad, pareció estar fuera de lugar. El presidente mantuvo la cordura pero, ante lo que allí se avecinaba y por medio a que aquello derivara en nadie sabe qué, terminó por ceder el tercer pañuelo cuando el que cerraba plaza ya iba camino del desolladero.

Las otras verdades de la tarde

La grandeza del toreo de Tomás quedó puesta de manifiesto sobre el albero. Sin tintes trágicos pero sí majestuosos, el de Galapagar reivindicó un torero de verdad: de emoción, de pureza y de riesgo. De tragantón al vérselos pasar por los muslos. De repullo al ver cómo, aguantaba el tipo cuando alguno se le paraba a mitad del muletazo.

Pero quedará la duda de saber si en verdad sería capaz de poder hacer esto mismo con aquello que todos en el subconsciente tenemos como un toro de verdad. Ese que no arrastra la lengua por la arena, ni se le hunden las quijadas en cada exhalación. De esos con motor, con casta, con raza. Ya no hace falta, siquiera, que sean cárdenos; pero sí que al menos tengan poder y bravura. Qué decir que tengan cara y que no vengan tan lavaditos como lo hicieron esta tarde...

José Tomás eclipsó la tarde, qué duda cabe. Pero en el ruedo también hubo otros dos toreros. Uno anunciado en los carteles, el rejoneador Sergio Galán; el otro, omitido, el sobresaliente Álvaro de la Calle. Galán llegó a Granada a medio camino entre telonero y convidado de piedra. En verdad, nadie le echó demasiadas cuentas y, especialmente, después del juego que dieron los toros – más que discreto – y lo mal que anduvo con los aceros en el que vino después de la merienda.

El torero, ninguneado, hizo también el paseíllo. O el paseo, como le gusta llamarle a los aficionados más ortodoxos. Se colocó donde mandan el reglamento durante la lidia, anduvo a la espera de quitar al toro cuando algún compañero de plata requiriera... pero nadie tuvo el detalle, el gesto torero, de al menos dejarle entrar en un quite. Aunque fuera una verónica. Que porque no tenga cartel ni muchos conozcan quién es termina siendo igual de torero que el resto de los que allí estuvo. Y eso merece un respeto.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de Toros de Granada. Corrida mixta (3ª de abono).

Aforo: Lleno de "No hay billetes" (12500 espectadores).

En tarde veraniega se han lidiado dos toros, reglamentariamente despuntados para rejones, de Pallarés (1º), soso, mansurrón; y Benítez Cubero (2º), bien hecho pero de escaso juego; y cuatro para lidia ordinaria, a pie, de Núñez del Cuvillo (2º y 6º), Garcigrande (3º) y El Pilar (5º), justos de presentación, lavados de para y pobres de pitones. En general, blandos, faltos de casta y raza. El 1º, pitado en el arrastre; 2º y 3º, aplaudido en el arrastre; el 5º, bravo en el caballo y venido a menos en el último tercio.

Sergio Galán, con chaquetilla azul y zahones: rejonazo bajo y contrario (saludo desde el tercio) y cinco pinchazos y rejonazo (saludo desde el tercio).

José Tomás, de añil y oro: estocada pasada (dos orejas), estocada rinconera (dos orejas), estocada trasera y caída y un descabello (saludos), estocada (dos orejas y rabo).

Ovacionado el picador tras el tercio de varas del 5º. Saludaron en banderillas Sergio Aguilar, tras parear al tercero, y Miguel Martín tras las banderillas del quinto.

En el callejón estuvieron presentes el ministro de Fomento, José Luis Álvalos, el senador Vicente Azpitarte y el diputado Carlos Rojas. En el tendido, destacó la presencia de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y el alcalde de la ciudad, Luis Salvador. Además, estuvieron otras personalidades como El Cordobés, Miguel Abellán, El Juli, Román Collado o César Rincón. También Arcadi Espada, Cayetana Álvarez de Toledo, Carlos Slim o Ágata Ruiz de la Prada.

 
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