Sonia Lalanda, la concejal de Vox que se hizo cómplice de la indignidad

Palencia

Menudo papelón hizo la única concejala de Vox en el Ayuntamiento de Palencia, Sonia Lalanda. Después de ir toda la semana de digna y de arremeter contra el acuerdo alcanzado en Madrid y Valladolid para dar la alcaldía de la ciudad a Mario Simón de Cs, tuvo que justificar las tragaderas de las que hizo gala para plegarse al rodillo de Santiago Abascal. Durante el pleno, quedaba todavía en más evidencia. Mientras explicaba la razón por la que había cambiado la dignidad por el servilismo, llegaba la noticia de que sus compañeros de Vox en Burgos habían actuado con coherencia, anteponiendo los intereses de la ciudad al chalaneo. Ella no, ella se prestó al cambio de cromos que tanto criticó.

Resultaba difícil reconocer en el pleno a la Lalanda que en los años 90 combatió con tesón y valentía a Jesús Mañueco. Como si del doctor Jekyl y Mister Hyde se tratara, la única edil de Vox aseguraba de madrugada en las redes que iba a dar el Gobierno al PSOE porque la "dignidad" le impedía aceptar. Por la mañana, Sonia Lalanda ya no era la misma. Se transmutó en la concejal de ultraderecha a la que no le quedaba otra que tragar, sometiéndose a Abascal y, seguramente, con la consciencia de que iba a dar la gobernabilidad del consistorio a los socialistas.

El problema de Sonia Lalanda no es que haya apoyado el acuerdo que ha llevado a Simón a la alcaldía. El problema es la incoherencia, el teatrillo, la farsa de opereta que organizó con su presunta dignidad. El problema es que la insobornable Lalanda que se suponía que cimentaba su vida política en la coherencia y el rigor, se ha transformado en la edil que ha vendido sus principios por dirigir la Agencia de Desarrollo Local y otras responsabilidades. Este sábado la concejal de Vox hizo realidad aquello de que "por la boca muere el pez". Hoy, Sonia Lalanda es un poco menos digna. Si se mira al espejo con honestidad, ella misma lo percibirá. El cinismo elevado a la máxima expresión.