Campañas
No me gustan las campañas electorales. Firma de opinión de Gabriel Pérez
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Córdoba
Definitivamente no me gustan las campañas electorales. Me parecen periodos de ruido y suciedad, de bronca y malos modos.
No me gustan porque están llenas de medias verdades, que es lo mismo que decir de mentiras enteras, porque una media verdad induce a hacerse una idea errónea de la realidad.
No me gustan porque están llenas de insultos, de metáforas burdas, de exageraciones, de acusaciones, lo que no deja de ser una forma de apelar a lo más pasional de cada uno de los votantes.
No me gustan porque los candidatos, lejos de hacer propuestas razonadas, se las escupen subrayando lo que los diferencia, y no lo que podría unirlos.
No me gustan porque me pongo en el lugar de la familia y amigos de cada candidato y me siento incómodo oyendo lo que se dice.
No me gustan porque personas decentes, más o menos brillantes, pero que quieren servir a los demás, se convierten en hooligans, Mourinhos cualquiera.
No me gustan porque o son inútiles, porque el votante ya tiene decidido el voto; o los votantes son irracionales, porque es imposible formarse una opinión razonada a partir de lo que se oye y se ve en la campaña, incluidos los debates.
Y, de todas las campañas que he vivido, esta es de las más ruidosas, zafias y vulgares, pues la dicotomía entre bloques, esa apelación a la “derecha” y a la “izquierda”, me parece tan anacrónica y banal que insulta a una ciudadanía que se considera formada e informada.
Lo bueno es que ésta se acaba pronto. Lo malo es que empiezan otras dos que, rogaría, fueran un poco más educadas, más positivas, más inteligentes. Aunque sólo fuera porque después todos tendremos que arrimar el hombro para sacar a Córdoba de su postración.