Las quejas del moribundo
La opinión de Juan Miguel Alonso (1/4/2019)
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León
Ayer, cien mil olvidados han clamado su indignación contra el desprecio que sufre la Siberia interior por parte de políticos y administraciones. La España vaciada han dicho. Entre estos miles de manifestantes no parece que se vieran muchos cazurros porque somos tan chulos que ninguna asociación legionaria ha tenido a bien unirse a la causa. No se sabe si porque caía en domingo, porque daban lluvia en la Castellana, o porque el sin León no hubiera España colma por si solo el indomable espíritu reivindicativo de la tribu legionaria. Vaya usted a saber.
En los papeles aparecen dos guajes con la bandera de la Cultural que iban para Fuenlabrada y se despistaron en la M-30. Ya se sabe que cuando se pasa uno la salida buena, luego todo es dar vueltas hasta volver a pasarse la salida buena, y así en bucle infinito. Es lo que tenemos los paletos del páramo nacional, que no le cogemos nunca el tranquillo al GPS del progreso.
Y mientras, aquí seguimos cerrando casas y pueblos sin descanso, sin un solo ministro o consejero que le dedique a la cosa más esfuerzo del que requiere una esquela, sin nadie que dé soluciones viables y recursos suficientes que vayan más allá de la literatura electoral.
Aunque igual todo se debe al calentamiento global que lo mismo afecta a la temprana explosión de los cerezos en Corullón que a la sobredosis de testosterona que inunda los discursos de los salvapatrias. Eso no me lo dices mirándome a los ojitos, disparó Josemari. Sujetadme el cubata, respondió Santiago y cierra España. Y así andamos, mirando a ver quién la tiene más larga. La despoblación, claro.