El sapo
Santiago Ortega Sanchez-Diezma
Bilbao
Madre, tras observar El gran oval de Tápies me confieso.
¿Te acuerdas del sapo que visitaba nuestro jardín las noches de verano y apareció atropellado delante de la puerta?
Fui yo, involuntariamente.
Se plantó frente a la luz de los faros levantando su grueso cuerpo como una efigie. Avancé despacio, pero buscó su fin bajo las ruedas.
Era el espíritu de aquel que me utilizó y arrebató el amor de mi juventud. Lo sé por su actitud y ojos saltones. Falleció hace tiempo, pero de nuevo me ha utilizado para sacar su espíritu del cuerpo de ese batracio.