Las brujas que atemorizaron a la vieja ciudad de Cuenca en el siglo XVII
En 1615 varios acontecimientos, tachados de brujería y ocurridos en el entorno de Mangana, asustaron a los habitantes de Cuenca
Cuenca
Esta semana, en el espacio Misterios conquenses, que emitimos cada martes en Hoy por Hoy Cuenca, nuestros colaboradores Sheila Gutiérrez y Miguel Linares han rescatado varios casos que la Santa Inquisición investigó por brujería en el entorno de la Torre de Mangana de Cuenca en 1615.
Las brujas que atemorizaron a la vieja ciudad de Cuenca en el siglo XVII
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La Torre de Mangana se construye en el siglo XVI y la consideran como una torre del Alcázar, pero según el boca a boca de aquellos años, y que ha llegado hasta nuestros días, pudo ser en su origen utilizada con función de vigilancia, un minarete o incluso algún tipo de catapulta de una fuerte estructura. Esto nos invita a pensar que pudo ser y usada como arma, pues el vocablo que da nombre a la torre en su etimología, procede del latín tardío mangănum que quiere decir máquina de guerra y a su vez del griego mangano que quiere decir máquina de guerra o sortilegio.
La torre de Mangana sido testigo de una gran parte de la historia de Cuenca. Podemos afirmar que con el paso de los años sus funciones cambiaron. Pasó de ser utilizada como arma de guerra, como lugar estratégico donde poder controlar al bando enemigo a ser el mecanismo que rige el orden de la cuidad. Se rehabilitó en varias ocasiones debido a los importantes daños que sufrió , y ponemos como ejemplo la caída de un rayo, lo que hizo que se transformara en torre para dar a todos los conquenses su tiempo, con el actual reloj situado en su parte más elevada.
Vamos hacer un viaje en el tiempo y en la historia de esta construcción, y nos paramos en el año 1615. Nos encontramos en plena época de caza de brujas, llamadas así durante la Edad Media hasta gran parte de la Edad Moderna, una persecución sin tregua, dirigida a las mujeres que según los denunciantes, no sólo creían en las artes oscuras, si no que también las practicaban, creyentes en todo tipo de supersticiones, capaces de arrebatar la vida ajena a su antojo. Cinco años antes, en 1610, tuvo lugar en España, un suceso que creó precedentes; la quema de la brujas de Zugarramurdi en Logroño. En Cuenca este castigo no nos dejó indiferentes, no íbamos a ser menos. El miedo y el temor vinieron para quedarse en las calles del barrio de Mangana. Las crónicas nos cuentan que varios vecinos del barrio interpusieron una denuncia a las autoridades a consecuencia de algo que vieron realizar a algunas mujeres, lo describían así: “Todas las noches se oían gritos extraños, ruidos alarmantes, e incluso las vieron realizar danzas macabras consistentes en hacer círculos y arrojarse finalmente al suelo. Se oían rezos se quitaban y se ponían la toca y rezaban por la presencia del mismísimo demonio”.
Los sucesos continúan en las noches posteriores: los vecinos ven un grupo de mujeres volando y colándose en algunas casas del barrio. Su comportamiento es extraño, pero el miedo y las creencias sobre brujas, tan arraigadas en la época les impide actuar. Al amanecer es cuando los conquenses ven las consecuencias de los aquelarres, las reuniones de estas brujas alrededor de la torre: en algunos corrales todos los animales están muertos (patos, gallinas, conejos…). Es entonces cuando el miedo se apodera más que nunca de los vecinos y toman la decisión de que por las noches no saldrán de casa, tienen que proteger a sus familias y lo mejor será resguardarse.
Una de las noches en las que deambulaban estas brujas, los hechos fueron a más y hubo que contar desgracias personales. Los vecinos aterrados y cansados de vivir escondidos, acudieron a la Santa Inquisición. Un comisario de la orden se encargó de las investigaciones y en un principio acusó a tres mujeres: dos de ellas vivían en una casa y se dedicaban a curar el mal de ojo; la otra vivía sola y se dedicaba a curar la impotencia sexual tanto en hombres como en mujeres preparando brebajes y ungüentos. Tras las declaraciones de los vecinos donde testificaban la reiterada muerte de animales, el Santo Oficio acudió a detener a estas presuntas brujas, acción que no pudo realizarse ya que las tres mujeres habían desaparecido.
Los hechos se fueron agravando. Una noche una familia fue atacada en el establo de su vivienda mientras un padre y un hijo daban de comer a sus burros que se encontraba en hoz del Huécar. En otra vivienda una mujer mayor fue sacada de la cama de forma violenta, se rompió una pierna y la clavícula. Los miedos del vecindario se hicieron realidad: con la salida del sol, unos gritos desgarradores dan la alarma; en una de las viviendas descubren que un bebé de tan solo un año de edad, estaba muerto aparentemente la causa aparente era la asfixia.
Nuestra historia se resuelve esta vez sí, con la ayuda de la Santa Inquisición. Los vecinos aprendieron que la religión tenía que intervenir en los hechos que estaban ocurriendo. Tras algunos registros fallidos, en varias viviendas del barrio, encontraron a dos mujeres, presentadas y acusadas por brujería, basándose en que realizaban hechizos, cuando en realidad lo único que solían hacer eran pócimas amorosas para conquistar a los hombres… Y lo único que encontraron fue unos muñecos de cera donde clavaban alfileres para realizar los amarres, bastó para probar sus oscuras prácticas.
Uno de los últimos casos fue la muerte de un niño recién nacido al cual le extrajeron las entrañas, porque según decían, éstas fabricaban ungüentos maléficos, y esto lo achacaban a la serie de creencias supersticiosas que la mayoría de la gente tenía muy arraigadas. Como pasó en muchas cacerías de la Santa Inquisición, el resultado fue el fruto de la total y absoluta ignorancia. Persecuciones y ejecuciones a mujeres adelantadas a su tiempo. El único pecado que cometieron fue tener conocimientos que no todo el mundo podía llegar a adquirir, utilizando la medicina natural como remedio a muchos males, en resumen una abundancia de técnicas y prácticas, expertas en el arte del saber
Pero no fue el único lugar de Cuenca en el que se encontraron brujas. De hecho en las famosas cazas de brujas, en nuestro territorio actual, la comunidad de Castilla La Mancha, se estima alrededor de 50 ejecuciones de personas, quemadas vivas en la hoguera por brujería. Seguro que muchos de los oyentes han oído hablar de “Las Brujas de la Alcarria”. Localidades de la zona como Sacedón, Alcocer, Buendía o Tinajas eran puntos donde existieron algunos casos. Nos llama la atención, el caso de ésta última, Tinajas: donde nuestra protagonista es María “La Herrera”, una mujer que tenía fama de hechicera y encandiladora que aseguraba tener poderes especiales e incluso algunas de sus predicciones sobre el fallecimiento de personas se hicieron realidad.
En los documentos de la Santa Inquisición, encontramos las acusaciones que la llevaron a ser juzgada por bruja: “En un camino de la comarca junto a la Cruz de Carravillalba, el día de autos, María y otras cuatro mujeres se dispusieron a orar. María rezaba mientras besaba la cruz que con sus dedos pulgares trazaba sobre sus manos enlazadas. De repente comenzó a gritar: - Ya la tengo, ya la tengo . Asustadas y curiosas a la vez, las otras mujeres lograron separarle las manos y entre ellas pudieron ver una hostia de las que dan los curas en las misas, en se podía contemplar la figura de Cristo crucificado”.
Comenzaron entonces a adorar la forma de Jesús en esa hostia consagrada, ninguna se atrevía a tocarla pero María se la entregó a Ana Morena, una de estas cuatro acompañantes, con el encargo de llevarla a Villalba del Rey, una localidad cercana, y dársela a una cuñada suya que estaba muy grave aquellos días. Este era el milagro que María esperaba con un engaño: una hostia consagrada falsa que contenía romero y que creía que taparía el dolor de la enferma cuñada de Ana.