Sakura
Mercedes Vega Marina
Bilbao
Tras el kimono se escondía un dulce y claro rostro. Llevaba una vasija de tres asas en una mano y una taza de té en la otra. Las dejó sobre el tatami de la estancia principal y corrió las puertas para que entrase la ragancia que emanaba de los cerezos en flor en Japón. Del armario del rincón sacó una caja alargada ornada con detalles dorados y extrajo una peineta con mariposas. Se colocó bien el pelo, ajustó el obi de su kimono y se sentó para disfrutar de una preciosa mañana de primavera y reparar sus grietas