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Viejos discursos, nuevas consecuencias

A PRIMER HORA (30/10/18)

A PRIMER HORA (30/10/18)

02:08

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Dentro de algunas décadas alguien tendrá que explicar por qué hemos decidido en los últimos años volver a discursos que creíamos enterrados en la primera mitad del siglo XX entre las cenizas de los millones de fallecidos que dejó la II Guerra Mundial. La victoria de Bolsonaro en Brasil vuelve a asestar un duro golpe a los que apostaban por capitalizar el desencanto y la indignación desde planteamientos progresistas y discursos anclados en el estado del bienestar, la cooperación internacional y los derechos humanos. La ultraderecha, el populismo, el nacionalismo más recalcitrante y los planteamientos radicales están ganando la partida, hay que reconocerlo. Lo ha hecho en Brasil, lo hizo en Estados Unidos, también en Reino Unido con el Brexit, gobierna en Italia, aglutina a millones de personas en Francia con Le Pen, poco a poco gana peso en Alemania…, y así podríamos seguir dando muchos más ejemplos de este viraje ideológico basado en el descrédito a las instituciones y en una nueva forma de comunicación política que se sustenta en las redes sociales. ¿Por qué triunfan mensajes xenófobos, racistas y misóginos en pleno 2018? Parte importante de ese triunfo, quizás, lo tiene el vacío generado por los partidos tradicionales; un vacío producto de la inacción, de no haber sabido dar con la tecla tras la última crisis o, incluso, por seguir favoreciendo estructuras clientelares y comportamientos corruptos.

Brasil ha votado precisamente contra la inestabilidad, contra la crisis y la corrupción sistémica, pero ha votado también mano dura, extremismo, nacionalismo y una vuelta a planteamientos anacrónicos que pensábamos superados.

En España, ese voto de castigo busca dueño y ya hay algún partido que está rentabilizando la indignación y la inestabilidad política. Varios partidos moderados, incluso, están modificando su discurso para subirse a la ola de la agitación social, una ola represiva y ultraconservadora que se suma a la corriente internacional.

O las instituciones -partidos, colectivos, organizaciones- dan respuestas y se ponen las pilas, u otros, ya lo estamos viendo, ocuparán ese espacio con mensajes impensables hace años. La normalización de ese discurso es el primer paso para revivir viejos dramas y, esperemos que no, viejas persecuciones.

 
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