"Cuando ya has jugado tienes sentimiento de culpa, pero no sabes cómo parar"
Ana nos habla de su ludopatía después de dos años en rehabilitación
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SER Madrid Sur
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Fuenlabrada
Llevaba dos años sin jugar y en agosto recayó. Fueron veinte minutos. En una máquina. “Tardé en reaccionar, pero paré”. Ana, nombre figurado, reside en la zona sur, y es una mujer coraje. Su vida cambió cuando decidió dejar el juego en el que llevaba dos años enganchada.“Ha sido un giro de 350º” y por eso continua luchado. Asegura que “hay que seguir viviendo, sabiendo quien eres e ir poniéndote barreras, evitando situaciones y enfrentarte a ellas”.
Ahora lo tiene claro, pero no siempre ha sido así. Se sentía sola, aunque no lo estuvo nunca, triste, decaída y recurrió al juego. Primero fueron las tragaperras, el bingo en familia, después en 2015 y 2016, cuando pasaba un mal momento físico y emocional, terminó jugando en casa online. “Era más fácil y cómodo. Me daba tranquilidad, era mi momento de paz”. Después de levantarse a las seis de la mañana, “los niños, el colegio, la casa…, yo también necesitaba mi momento” y ese era la noche. Cuando todos se acostaban Ana jugaba,“hasta que aguantaba despierta”.
En femenino_ La ludopatía en la mujer. Ana nos habla de su caso.
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Cómo se empieza
Reconoce que el inicio de la adicción es poco a poco. Primero se empieza a jugar 20 euros y “no pasa nada”, al día siguiente “un poco más y así hasta tienes que recuperar lo que has perdido”. Entras en una rueda en la que cada vez juegas más tiempo y más cantidad, recuerda. “Ganas un premio y sigues jugando”.
Ana mira hacia atrás y se da cuenta de que ha gastado “muchísimo dinero”. Una vez, se sentó a jugar online y gastó el dinero del trabajo de su marido de ese mes, “3.000 euros, en diez minutos”. Un bucle de juego que solo crea, dice, sentimiento de culpa. No cuando juegas, “entonces te sientes bien, sino cuando ya has jugado y has perdido. Sabes que has hecho mal, pero no puedes pararlo”.
“Desde que lo dejé sé lo que es ser feliz”
Y así entró en un túnel del que su marido solo, primero, quiso sacarla sin éxito, para después recurrir a las hermanas de Eva. Con una de ellas acudió a pedir ayuda de profesionales. La Asociación Fuenlabreña de Jugadores Rehabilitados, AFUJER, fue el lugar elegido. Allí aprendió la importancia de cambiar costumbres, como no llevar dinero o pedir ticket de las cosas que compres para demostrar que no se ha gastado en el juego, pero también de dejarse ayudar y de “mirar hacia atrás en tu vida para ver dónde está el origen del problema”. Sabe Ana, que siguiendo las normas que te dan “se te hace más fácil dejar el juego, aunque es muy duro”. Pero tiene claro que merece la pena. “Desde que empecé a avanzar, ¡y me costó!, voy sabiendo lo que es disfrutar de la vida y ser feliz”. Es más, ha descubierto que “si soy feliz, lo otro no me hace falta”.