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Tres anuncios en las afueras

Iago Aspas se reivindica con un golazo al Atlético de Madrid

Iago Aspas celebra su gol contra el Atlético de Madrid / MIGUEL VIDAL (Reuters)

Iago Aspas celebra su gol contra el Atlético de Madrid

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Imagino una película. El protagonista es Iago Aspas. En una de las primeras escenas se le ve a él en su coche pensativo después del “olvido” de Luis Enrique. Completa el trayecto desde A Madroa a Moaña, en ese recorrido que se conoce de memoria. Desde los 12 años se ha convertido en una rutina que casi le permitiría hacerlo con los ojos cerrados. Impactado por la injusta decisión de su no convocatoria para la Selección, decide dar una vuelta más larga de lo normal para pensar. Intenta desconectar de los cientos de mensajes que le van llegando al Whatsapp. En la siguiente escena, rodada justo a la salida de Candeán, en una carretera secundaria, al pasar con su coche ve tres vallas publicitarias casi consecutivas. Ninguna de ellas tiene anuncio y si un cartel de “Se alquila” bien a la vista. Al día siguiente, Iago viene en su coche de Moaña a Vigo para jugar el partido contra el Atlético de Madrid. Se le ve pensativo, concentrado, pero en esa escena tiene tiempo de volver a pasar por esa carretera. Iago decide, cual Frances Mc Dormand en Tres anuncios en las afueras, acudir a la inmobiliaria que gestiona su arrendamiento y pedir precio por poner tres anuncios. Pero tal y como es Iago, no pondrá anuncios con grandes fotos, montajes e incluso letras en 3D que salgan del espacio natural de una valla publicitaria. Él es de hablar en el campo, su rebeldía se traduce en goles, en juego, no en portadas de periódicos. Son los peajes que tiene el vivir en un “pueblo pequeño” alejado del foco mediático. Son los gritos del silencio. Aspas quiere un anuncio simple, directo; como es él. El responsable de la inmobiliaria trata de convencerle que puede poner un gran montaje en la primera con los dos goles que le metió al Barça de Luis Enrique en Balaídos; o su golazo de Wembley, o el de Argentina, o el de la falta a la Ronaldinho por debajo de la barrera el Molinón. También le propone otro gran mural con un montaje con todos sus goles que le llevaron a ganar dos pichichis nacionales de manera consecutiva. En la siguiente escena se ve a Iago Aspas escribir en un papel tres frases y le dice al de la inmobiliaria: “quiero que ponga estas frases”. En la primera valla: máximo goleador nacional las dos últimas temporadas; en la segunda valla: yo evité con un taconazo que España se volviese a casa de Rusia un 25 de junio. Y en la tercera un último mensaje: Voltarei.

En otra escena, ya cuando los chicos acababan de poner esos anuncios en unas letras bien grandes y celestes, se ve a Iago pasar con su coche. Lo hace nada más finalizar el partido contra el Atlético de Madrid. Acaban de ganarle 2-0 y él marcó un golazo de cabeza al mejor portero del mundo llamado Oblak. Sí; Aspas también va bien de cabeza. En esa carretera por la no pasan demasiados coches y por la que tantas veces pasó y paseó en bicicleta Luis Enrique. Aquellas largas etapas ciclistas, después del entrenamiento, que obligaban a los trabajadores de A Madroa a quedarse 4 y 5 horas más esperando por él para cerrar la ciudad deportiva. Por esa carretera por la que, todavía el año pasado, Robert Moreno, Rafa Pol y el psicólogo Joaquín Valdés pasaban sonriendo y, muchas veces suspirando aliviados, porque los goles de Iago Aspas evitaron que el Celta de Unzué estuviese viviendo una situación más comprometida y peligrosa en la clasificación. Sus goles, su ambición y el tirar del carro que evitaron, seguramente, su destitución en dos momentos comprometidos de la pasada campaña.

Como en la maravillosa película de Martin McDonagh, esa carretera que podría ser una carretera a ninguna parte, comienza a llamar la atención y empieza a llenarse de curiosos que pasan con sus coches y se paran a ver esas frases tan claras y directas en celeste. Poco a poco pasa a ser un lugar de peregrinación del celtismo que ve como Aspas se reivindica en el campo y ahora también con esos pequeñosTres anuncios en las afueras. Aspas todavía está en rodaje como le pasa a muchos internacionales. El primer día el VAR dijo que el toque de Aspas estaba ya dentro y el gol era en propia meta; ayer ya metió un golazo contra el Atlético de Madrid. Él irá a lo suyo y, si McDormand acabó ganando el Oscar con su maravillosa interpretación en esta extraordinaria comedia dramática, Aspas querrá su tercer trofeo como máximo goleador nacional. Lo de ir a la Selección ya depende de otros. Él intentará hacer méritos para volver a La Roja o para demostrar lo injusto que se ha sido y se sigue siendo con él. Sí, depende de aquel entrenador que el Celta decidió contratar cuando no tenía equipo. Aquel que pasó tantas veces en bicicleta por delante de esas vallas que, en nuestra imaginación, Iago puso en esa carretera imaginaria pero que tanto representa al celtismo y a los clubes humildes. Clubes y jugadores que, como Mildred Hayes, sufren el abuso de los poderosos, se sienten incomprendidos, muchas veces abandonados y rara vez reconocidos. Son los clubes y los jugadores de las afueras futbolísticas. No son mediáticos y sus casos pasan a un segundo plano. Iago Aspas solamente tiene Tres anuncios en las afueras. Otros jugadores pueden poner sus “anuncios” en tabloides nacionales e internacionales, en las televisiones y en las radios. Incluso pasan consulta en Londres. Pero esas pequeñas tres vallas en las afueras nos representan a los humildes; a los que les cuesta más que al resto conseguir lo mismo. Representan a los que la meritocracia no les corresponde y a los que cuando marcan un gol de tacón en un Mundial lo marca el VAR y cuando marca un golazo de cabeza al Atlético y a Oblak fue porque la defensa estaba un poco despistada. Solamente son Tres anuncios en las afueras; sí. Porque Vigo también está en las “afueras” de España y de lo mediático. Pero esas vallas son tan válidas como las otras y son pequeñas armas de orgullo y de reivindicación.Sobre todo la última: Voltarei.

 
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