¿Buen ejemplo?
La reflexión de Ana Díez, médico de familia
Un ejemplo es una muestra de algo. A partir de esa muestra, ese algo se puede repetir cuantas veces queramos. Los ejemplos no son siempre algo material o tangible. También es un ejemplo, y muy importante, el comportamiento de un padre para su hijo, de un maestro para el alumno, de un político para la población que gobierna. Todos, en algún momento de nuestra vida somos ejemplo para alguien.
De todos es conocida la frase una imagen vale más que mil palabras. Si cambio la palabra imagen por ejemplo, también me sirve. ¿Realmente me creería yo que es importante no fumar, comer saludablemente o hacer ejercicio con regularidad si todos los profesionales sanitarios hicieran lo contrario y permanecieran sanos y fuertes? Entonces, ¿por qué nos empeñamos en seguir sermoneando mientras nosotros actuamos como nos da la real gana? ¿O es que creemos que solo tienen que portarse bien los demás?
Ya sé que hay quien dice haz lo que yo te digo y no lo que yo hago. Pero no me sirve. Tampoco me sirve aquello de haz lo que yo te digo, porque soy tu padre. Sería mejor ver a nuestros referentes intentar hacer las cosas bien. Así, no sería necesario decir nada. Simplemente imitándolos sería suficiente.
Estamos un poco hartos, por no decir hasta las mismísimas narices, de que todos los políticos nos prediquen constantemente, pero todos los días salgan a la luz casos de corrupción, de aprovechamiento de su situación de poder, de robo a manos llenas mientras los demás seguimos apretándonos el cinturón. Y, tristemente, ningún partido político se libra. Ya sé que hay personas buenas, de comportamiento correcto y que, afortunadamente, son la mayoría. Pero los que tendrían que dar ejemplo no lo hacen, llaman mucho la atención y eso deteriora la imagen de todos los demás.
A lo largo de nuestra vida, nos vemos obligados a tomar numerosas decisiones. Pero, en esta época del año, a los estudiantes de segundo de Bachillerato les toca decidir qué harán el próximo año. Si siguen estudiando o deciden trabajar, si se quedan en su lugar de origen o van a buscarlo a otra ciudad o incluso otro país. De esa decisión va a depender su futuro y, por supuesto, también el de todos. Algunos tienen muy claro a qué quieren dedicar su vida. Otros, no tanto. Unos y otros se han fijado o se fijarán en personas, actitudes y situaciones que desearían imitar.
Pero no olvidemos que, en la actualidad, esos referentes no son solo la familia y los más allegados. Lo son, y mucho, los que salen en los medios de comunicación y venden una imagen que no siempre corresponde con la realidad y que confunde a los que están aún formándose, convenciéndolos de que las cosas se consiguen fácilmente, sin esfuerzo y sin fracasos.
Tenemos que transmitir la idea de que todos somos responsables de nuestras decisiones, de que nuestra vida va a depender del camino que decidamos tomar. Y de que la decisión no puede basarse únicamente en unas apariencias externas.
De todas formas, siempre podremos rectificar. Y no pasa nada si nos equivocamos con la primera decisión. Es muy posible que tengamos posibilidades de cambiar ahora o más adelante y que la nueva elección, aun siendo muy diferente a la anterior, nos haga inmensamente felices.
Y, en definitiva y como decía Viktor Frankl, “yo elijo ser feliz porque, aunque me arrebaten todo lo demás, la actitud ante la vida es cosa mía”
