Huelga de autobuses de Palencia
El comentario de Juan Francisco Rojo
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Palencia
Estamos a las puertas de una huelga de autobuses en Palencia. Si nadie lo remedia, y el Ayuntamiento debe poner todo su empeño en evitarla sin lesionar los derechos de los trabajadores, esa huelga indefinida arrancaría mañana martes. En la estacada quedarían casi 6.400 usuarios diarios de un servicio cuya gestión en los últimos tiempos no siempre ha sido afortunada. Ahora está recuperando viajeros; pero el número de usuarios es todavía casi un 15 por ciento inferior a hace siete años.
Según los datos que ofrecen los sindicatos, los nuevos contratados, tienen unos sueldos de 1.100 euros y lo que pretende la empresa es que pasen a cobrar 800. Añadan a esto, que el descuelgue del convenio específico para pasar al provincial de transporte, provoca que los conductores de Palbús vean mermados sus derechos en cuestiones como la antigüedad o los días de libre disposición. Es el signo de los tiempos que vivimos. Estamos en un momento en el que los mileuristas son privilegiados. Póngase usted al frente de un autobús ocho horas diarias por 800 euros al mes.
Y encima sea agradable, eficaz y servicial. La concesionaria señala con el dedo al Ayuntamiento al afirmar que ha decidido implantar continuos incrementos de servicios sobre los inicialmente establecidos en el pliego de licitación; lo que produce una considerable subida del coste de explotación que no es compensado. Con todo esto sobre la mesa, al final los paganos somos los mismos: los trabajadores a los que se quiere llevar a una merma inadmisible de sus derechos y los ciudadanos, que se quedan sin servicio si la huelga se consuma. Cojo el autobús muy a menudo. El pasado viernes lo hice en la parada de la Calle Mayor, junto a Federación.
Un usuario habitual, un hombre de avanzada edad con dificultades de movilidad, me decía preocupado que, si se producía la huelga, no iba a poder salir de su casa. “A ver si se arregla, hombre”, me dijo con evidente pesar. Pero al rato, le salió del alma la dignidad y, elevando el tono de voz, señaló: “Lo que no puede ser es que todo suba y cada vez cobremos menos. Fíjese usted cómo están las pensiones. Si los trabajadores tienen que ir a la huelga, que vayan; aunque yo me quede en casa”. No se puede decir mejor; aunque algunos lo consideren demagogia.
Alcalde, usted y su equipo tienen una obligación: Que ese anciano no se tenga que quedar en casa. Parar la huelga de autobuses sin que vaya en detrimento de los derechos de los trabajadores. Otro cantar es la negociación con la empresa si es que hay servicios por encima de los contratados. Si es así, habrá que pagarlos; o de lo contrario habrá que recurrir a la rescisión de contrato.