Cuando el asesino es Peter Pan
(...) Convendría que nos pusiéramos cuanto antes a reflexionar sobre qué estamos haciendo o dejando de hacer en las familias, en las escuelas, en los medios de comunicación para que esta peste nauseabunda nos asalte con cada hoja del calendario. (...)
León
Apenas hemos cogido aire tras la sentencia de la manada y ya los papeles nos ponen sobre la mesa camilla el relato de otra atrocidad incomprensible: El asesinato de una mujer en un pequeño pueblo zamorano tras lo que parece otro intento de violación. El horror del titular se ensancha cuando descubrimos que el presunto asesino tiene 16 años.
Uno intenta comprender, explicarse y explicar, estas barbaridades cotidianas, pero a lo único que alcanza es a certificar la perplejidad ante el monstruo que anida en algunas almas desde tan pronto. Y también a recordar dolorosamente el bestiario infantil que asalta periódicamente nuestra inocencia.
Ahí está la brutal violación y asesinato de Sandra Palo en 2003: una mujer de 22 años, disminuida psíquica a la que unos perros sin corazón violaron, atropellaron y quemaron en un descampado madrileño. Dos de ellos eran menores, y uno tenía 14 años. El relato de la sentencia confirma que se puede ser una hiena desde la cuna.
O el caso de acoso y abusos sexuales a un niño de 9 años por parte de cuatro compañeros en otro pueblo de Jaén hace unos meses. Uno de los agresores tiene 11 años y el mayor 14. ¿Cabe un alma tan negra en un recipiente infantil? Respóndanse ustedes mismos.
En todo caso, convendría que nos pusiéramos cuanto antes a reflexionar sobre qué estamos haciendo o dejando de hacer en las familias, en las escuelas, en los medios de comunicación para que esta peste nauseabunda nos asalte con cada hoja del calendario. Y que lo hiciéramos con honestidad y premura. Si es que aún estamos a tiempo.
