Herrera de la Mancha, la sombra de los presos de ETA
A más de 600 kms del País Vasco y en pleno campo llegó a albergar más de 200 reclusos de la banda terrorista, incluídos la mayoría de los cabecillas
Ciudad Real
En plena llanura manchega, rodeada de viñedos, la cárcel de Herrera de la Mancha se convirtió en el santuario de los presos de ETA, entre rejas. En la época del reagrupamiento fue la prisión española que más reclusos acogió hasta 200 internos convivieron en sus instalaciones de máxima seguridad con capacidad para 500.
Entre ellos, muchos de los cabecillas de la organización terrorista. Fueron repartidos en 4 módulos de 60 personas en celdas individuales de 7 metros en forma de rectángulo. Una época, la de los años 80, muy difícil y muy dura también para los funcionarios de prisiones que sufrían, en su mayoría, el terrorismo psicológico, cuando descubrían que los presos conocían detalles de sus vidas y sus lugares de residencia.
La cárcel de paso obligado para los funcionarios
Según el secretario provincial de la sección de prisiones de CCOO Joaquín García Herrera para los trabajadores fue una cárcel de paso, la gran mayoría de los nuevos funcionarios, recien terminada la oposición, eran destinados allí pero no duraban más de dos años; según sus palabras había mucho trasiego y se vivía en un clima de enorme tensión. Recuerda que con él llegaron 30, de golpe, en el año 1987.
Entonces tenía apenas 25 años, reconoce que aquel agrupamiento de presos no fue una medida positiva, hizo que tuvieran mucho poder aunque estuvieran recluidos y si surgía un problema con alguien todos se hermanaban en contra de los funcionarios que tampoco se libraron de los paquetes bomba.
Cuando llegaba la Navidad, en el área de influencia de la prisión se congregaban cientos de autobuses procedentes del País Vasco y en torno a un millar de agentes de las Fuerzas de Seguridad para velar porque la peregrinación de los familiares de ETA, "una auténtica marea humana", señala, transcurriera sin incidentes.
Aquellos días recuerda, tenían que ser escoltados por la Guardia Civil, para entrar en la cárcel y evitar que miraran las matrículas de sus vehículos. "Para ellos, los presos, era una día de fiesta y de gloria".
El representante de CCOO también recuerda cómo celebraban, con euforia, cada atentado terrorista, dentro de la prisión, en su "guerra abierta" contra el gobierno de España.
Con respecto a la disolución, se limita a señalar que aquellos cientos de atentados no se tenían que haber producido, también ellos miraban debajo del coche, al inicio o al final de cada jornada laboral y aunque la tensión era máxima, reconoce, que de puertas hacia afuera, vivían su vida y procuraban borrar muchas imágenes que ya no quieren recordar.
Joaquín García, de la Sección de Prisiones de CCOO confiesa que en Herrera de la Mancha se vivía un clima de alta tensión con los presos de ETA
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Carmen del Campo
Jefa de Contenidos del Grupo de emisoras en la provincia de Ciudad Real. Licenciada en "Periodismo"...