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Nacho Ares | La Santuca y la Cueva Santa

Última entrega de los especiales sobre el Año Jubilar Lebaniego que ha realizado el director de SER Historia

Desde la apertura de la Puerta del Perdón, en 2017, 1,2 millones de peregrinos han llegado al Monasterio de Santo Toribio de Liébana. / Cadena SER

Desde la apertura de la Puerta del Perdón, en 2017, 1,2 millones de peregrinos han llegado al Monasterio de Santo Toribio de Liébana.

Santander

Una de las tradiciones más ancestrales vinculadas a Santo Toribio de Liébana es la fiesta de La Santuca, que se celebra cada 2 de mayo. Sabemos que en el siglo XV se celebraba una procesión que iba desde la localidad de Aniezo hasta Santo Toribio, llevando en volandas la imagen de la virgen.

Esta procesión hacía el recorrido, imaginamos, como una suerte de romería. Hay muy poca documentación al respecto, pero esto nos tiene que hacer pensar sobre esos arquetipos religiosos que convierten a Santo Toribio de Liébana y todo ese complejo religioso en algo mucho más ancestral y mucho más importante de lo que habíamos pensado en un principio.

La existencia de las procesiones, denominadas en otras ocasiones de encuentro, muy comunes en Semana Santa en la que la Virgen María se encuentra con Jesús a mitad de camino, tienen su origen en tradiciones muchísimo más antiguas y que van más allá del nacimiento del Cristianismo, hundiendo sus raíces en tradiciones absolutamente paganas.

Una de las más antiguas es la procesión del Encuentro que nacía desde el templo de Horus en Edfu una ciudad del Alto Egipto, donde nacía una procesión que iba hasta el templo de la diosa Hathor, en Dándara, a pocos kilómetros.

Nacho Ares | La Santuca

03:25

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Nos está hablando ya de esa unión y de esa procesión, de ese viaje iniciático entre lo masculino y lo femenino, algo que la tradición cristiana tomó del mundo pagano y lo convirtió en romerías que hoy realmente han perdido el significado original para el que fueron creadas pero que se han amoldado a nuevas tradiciones y a nuevas formas de pensar y de crear.

Estos ingredientes convierten en cultura la historia de la fe que rodea al mundo de Santo Toribio de Liébana en algo absolutamente maravilloso, muy rico desde el punto de vista espiritual pero también muy rico desde el punto de vista de las humanidades.

Es la historia que nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos y que nos hace reflexionar sobre cuáles son las razones originales que llevaron a esos hombres, hace miles de años, a realizar por primera vez procesiones que hoy seguimos repitiendo casi al milímetro.

Habremos evolucionado en muchas cosas, habremos conseguido llegar a la luna, pero, desde luego, las preguntas que se hace el ser humano son exactamente las mismas que hacían nuestros ancestros hace miles de años en cuevas, en arroyos y en lo que ellos se entendía que era un santuario.

Santo Toribio de Liébana sigue siendo un santuario, exactamente lo mismo que seguramente se creía en la prehistoria.

La Cueva Santa

Cuando hablamos de Santo Toribio de Liébana lo hacemos señalando con el dedo un monasterio en lugar sagrado. Sin embargo, la sacralidad a lo largo de la historia no solamente ha marcado el lugar donde se levantó este monasterio sino también toda la comarca, todos esos lugares que de alguna u otra forma a lo largo de los siglos han estado conectados con los protagonistas de esta historia.

Nacho Ares | La Cueva Santa

03:53

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No es extraño encontrar ermitas alrededor de estos lugares santos. Una de las más conocidas en Santo Toribio es la Cueva Santa. La tradición dice que pertenece al siglo sexto, aunque la arqueología solamente ha podido demostrar como fecha más antigua el siglo décimo a comienzos, hacia el año 900.

Esta ermita de estilo prerrománico nos sirve para adentrarnos un poco en la forma de pensar de aquella época. Es una estructura relativamente pequeña con dos espacios superpuestos: la parte superior es una capilla y la inferior está dedicada a una suerte de celda, lugar en el que podría vivir el ermitaño.

La Cueva Santa no hace más que reflejar una vez más esas tradiciones que los primeros años del cristianismo que vemos de una manera muy floreciente en Oriente Próximo. En aquella época los ermitaños empezaron a poblar muchas zonas desérticas, viviendo de una manera absolutamente frugal, de una manera que hoy entenderíamos como algo absolutamente increíble, en lugares muy estrechos y en unas condiciones límite. Buscando siempre el acercamiento a la divinidad por medio de sacrificios realmente sobrehumanos.

Rechazar el alimento, rechazar la bebida y centrarse todo el día, casi las 24 horas, en la oración. Con ello se pretendía alcanzar a la divinidad algo muy similar a lo que los grandes santos del Siglo de Oro español, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, van a conseguir por medio de otros caminos, en este caso la literatura.

Con los primeros siglos del cristianismo, los ermitaños pretendían alcanzar ese contacto directo con la divinidad por medio de esta vida absolutamente austera. Las decoraciones de la ermita, por medio de elementos geométricos que en ocasiones recuerdan incluso a rayos de sol, nos acercan una vez más a esas influencias orientales de esos primeros ermitaños en los desiertos de la franja sirio Palestina y en la Península Ibérica al norte.

No hay desierto pero las montañas y la soledad de las mismas nos acercan a ese recogimiento que se buscaba en este tipo de tradiciones. La Cueva Santa, levantada en la zona septentrional del monte de Viorna, es uno de esos lugares que no hay que dejar de visitar si queremos reconocer la historia y los protagonistas que rodean a este Año Jubilar Lebaniego, que va mucho más allá de la simple historia del monasterio cuando hablamos de Santo Toribio de Liébana. 

 
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