'Emponzoñar'
Luis Carlos Contreras, catedrático de Didáctica de la Matemática de la Universidad de Huelva
Huelva
'Emponzoñar'
Me duele la escasa capacidad crítica que muestran muchos españoles en cuanto alguien emponzoña el ambiente. Algunos medios de comunicación y las redes sociales han sido muestra, estos últimos días, de cómo el veneno, añadido con dosis adecuada y en el momento preciso, puede llegar a extenderse entre la opinión pública contaminando y corrompiéndolo todo.
Ya de pequeño me contaban mis mayores que esta técnica había sido usada con éxito durante la guerra civil española y en los años posteriores. En aquél río revuelto, algunas familias vengaron antiguas rencillas o, simplemente, zanjaron viejas envidias, utilizando información sesgada y muchas veces falsa. Como siempre que se usa esta perversa táctica, muchos inocentes pagan, en aquellos casos, con sus vidas.
Algo similar es lo que está pasando estos días en España. Alguien, de forma intencionada o no, está utilizando la (más que probable) corrupta conducta de los responsables del Instituto de Derecho Público, creado por la Comunidad Autónoma de Madrid y adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos, para emponzoñar la vida académica, denigrar la universidad pública y, probablemente, sacar algún rédito. Mientras esto ocurre, sin mucho esfuerzo, la universidad privada parece ganar adeptos. Antes de sacar conclusiones apresuradas, convendría conocer cómo se crea ese Instituto (IDP), quienes promueven su creación, de dónde provienen, cómo es su relación académica con la Universidad Rey Juan Carlos, entre otros muchos aspectos. Por poco que uno se informe tomará conciencia de que la parte no identifica al todo y de que los grandes profesionales que atesora la Universidad Rey Juan Carlos no merecen que unos garbanzos negros empañen sus trayectorias.
La educación es un negocio, como la sanidad, por eso siempre habrá quien quiera sacar tajada de cuestiones aisladas como esta para denigrar lo público y potenciar lo privado. No voy a caer en el juego de decir que lo privado es peor que lo público, en todas partes “cuecen habas”. Lo que sí tengo claro es que la universidad pública ha dado, da y dará oportunidades de formación especializada de calidad a aquellos que muestran capacidad para ello, aunque no dispongan de recursos económicos; no negocia con la formación, la ofrece a quienes quieren y pueden recibirla, en equidad, como un motor de la transformación de la sociedad.
La Universidad pública no necesita que nadie la defienda, solo hay que conocer su interior para saber que es así, y nuestros estudiantes son los primeros en reconocerlo. Solo hay que pasarse un día por los departamentos de la universidad para comprobar que el todo es mucho más grande que la parte, una parte muy probablemente podrida o corrompida que simplemente hay que extirpar.