El peligro de sustituir las calorías de una comida por alcohol
La reflexión de Ana Díez, médico de familia
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OPINIÓN | El peligro de sustituir las calorías de una comida por alcohol
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En 2008 se describió por primera vez un trastorno alimentario nuevo: la alcohorexia, ebriorexia o drunkorexia. Se incluye dentro de los Trastornos de la Conducta Alimentaria No Especificados (TCANE), que son cuadros incompletos de anorexia nerviosa o de bulimia.
Este es un trastorno alimentario más frecuente en mujeres universitarias, entre 18 y 24 años y con una distorsión de la imagen corporal en el que se suman el alcoholismo y la anorexia. Es un trastorno grave con dramáticas consecuencias para quien lo padece.
Consiste en sustituir las calorías que aporta una comida completa por las calorías del alcohol. En otras palabras, dejan de comer a lo largo del día para poder seguir bebiendo alcohol por la noche y, así, no tener que preocuparse por el posible aumento de peso porque, además, aumentan la actividad física para quemar las calorías consumidas. Estos pacientes habitualmente suman episodios de bulimia, con lo que se provocan el vómito cuando consideran que se han excedido en la bebida.
No es un moda banal. En no pocas ocasiones acaban en un coma etílico porque el alcohol se absorberá cada vez más rápidamente y cada vez beberán más y más comidas serán sustituidas por la bebida. Además, al trastorno alimentario, con la desnutrición ocasionada, hay que sumar la adicción que provoca el alcohol, con lo que la gravedad aumenta considerablemente. Acaban apareciendo problemas graves de salud como patologías cardíacas, hepáticas, renales, cansancio, alteraciones de la memoria y deterioro irreversible de las neuronas.
En el fondo de muchos de estos trastornos encontramos una falta de autoestima que trata de superarse ingiriendo alcohol, porque se tiende a creer, erróneamente, que la desinhibición que produce va a dotar de mayor poder frente a todo. Por otro lado, el adelgazamiento ocasionado por dejar de comer también parece que abre las puertas a la aceptación por el grupo. Pero, ¿por qué grupo? ¿Por uno que me fuerza directa o indirectamente a hacer cosas que van en contra de mi salud física y psicológica? ¿Un grupo que no me aporta nada positivo, que no me ayuda a crecer emocionalmente?
Tristemente, muchos padres desconocen esta situación o creen que no es tan grave porque “ahora todos los chicos beben”. Eso no lo justifica. No estamos hablando de niños pequeños. Son adolescentes y jóvenes universitarios que tienen que usar la cabeza para razonar todos sus actos, que tienen que empezar, si no lo han hecho ya, a ser responsables, a pensar en su futuro. La responsabilidad hace referencia a la madurez y al compromiso con uno mismo y con los demás. No está reñida con la diversión y el disfrute.
Creo que hay que seguir insistiendo en la educación en salud en casa, en los centros educativos, en los centros sanitarios y donde haga falta. Hay que seguir promoviendo hábitos saludables y concienciando sobre los efectos nocivos del alcohol y la mala alimentación. El buen aspecto físico se dará por añadidura.
¡Ah! Y todos somos responsables de nosotros mismos y de dar ejemplo a los demás. ¡Que no se nos olvide!.