Memoria de nuestra Semana Santa: Miguel López Escribano
Realizamos en SER Cofrade un recorrido por la memoria de nuestra Semana Santa para recordar la figura de algunos cofrades ilustres de nuestra ciudad que han sido parte fundamental de la misma durante décadas
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Miguel López Escribano en una escena familiar junto a su madre / Archivo familiar
![Miguel López Escribano en una escena familiar junto a su madre](https://cadenaser.com/resizer/v2/4D72WX3HONLYBNSIRP2LW7U6AA.jpg?auth=6aebd0960738e93c4e1ec75f19c5622bf1e7be856c8c2107205c162edbbb7fa5)
Granada
Nuestra Semana Santa es hoy en día lo que es gracias al trabajo que, durante décadas, han realizado grandes cofrades. Nombres propios en la historia de nuestras cofradías que marcaron un antes y un después. Desde SER Cofrade queremos recordar la figura de algunos de estos personajes para no permitir que el olvido se apropie de su labor.
Muchas son las personas que, de forma más o menos visible, han permitido engrandecer cuanto hoy conocemos: el esplendor de nuestros pasos, la grandeza de nuestras tallas o la significativa aportación en un aspecto concreto. Pero, por diferentes motivos, siempre ha habido personas que, con nombre y apellidos, perviven aun hoy en día en el pensamiento colectivo.
En este reportaje, pretendemos recordar y reconocer la labor de una persona que, según quienes le conocieron, no fue especialmente fácil en el trato pero que su dedicación a las cofradías fue absoluta y desinteresada. Hablamos de Miguel López Escribano, del que se cumplen ahora quince años de su muerte.
Miguel López Escribano (1923-2003)
A escasos metros de la Plaza de la Trinidad, en la calle Angulo, nacía al mundo uno de los cofrades más destacados del mundo cofrade granadino del siglo XX. Un hombre consagrado a la ciencia y a las cofradías por igual, doctor y profesor en Física y Química y alma máter de algunas hermandades durante décadas. Quienes le conocieron recuerdan su persona, su carácter, pero también un corazón abierto para quien necesitara de su amistad y su trabajo.
No debió ser López Escribano, al igual que Machado, ni un seductor Mañara ni tampoco un Bradomín; quizá sí, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno. Y es que, al preguntar por su lado más personal, recuerdan su persona amigos y familiares con cálidas palabras. Fue complejo en el trato aunque cercano, introvertido pero también accesible, serio pero cortés. Amigo de sus amigos y amante fiel de su familia.
Aunque si amores tuvo fue el que profesó, incondicionalmente, a la Semana Santa. Quienes compartieron con el parte de su vida, recuerdan una infancia viendo a su tío, en las plácidas tardes de verano jugar a las cartas en familia y tarareando marchas cofrades. Sus ilusiones y desvelos debieron girar, en buena medida, en torno a las hermandades, pues se cuenta en su legado con cientos de fotografías, papeles y estampas de aquella Semana Santa granadina que el viento se llevó.
Su vida la consagró a su hermandad, Las Maravillas. Por ella se desvivió y luchó cuanto pudo, hasta tal punto que su sobrino, Ignacio Vega, asegura que a día de hoy: “Las Maravillas no se entiende sin el trabajo que mi tío, como tampoco podemos recordar a mi tío sin hablar de Las Maravillas”. Armando Ortiz, actual hermano mayor de esta cofradía del Domingo de Ramos albaicinero, tiene también una opinión muy clara y asentada sobre él. Don Miguel, como lo llama Ortiz, “lo ha sido todo para la hermandad de Las Maravillas”.
Y es que López Escribano se hizo y creció allí como cristiano y como cofrade, al abrigo frío y húmedo de la iglesia de San Pedro; ante la mirada dulce de Jesús de la Sentencia, al calor de la maternal estampa de María Santísima de las Maravillas. Con apenas 24 años ingresaba en la hermandad, involucrándose rápidamente en la dinámica de la cofradía, la cual hacía sólo tres años que había echado a andar. Era 1947, en plena posguerra, dejaba su cargo Luis González Rodríguez como hermano mayor, y asumía ahora Don Miguel las riendas de una hermandad en tiempos francamente complejos.
Las vicisitudes de aquellos años no impidieron hacer grandes logros para la hermandad, que por aquel entonces procesionaba en la tarde del Martes Santo. Proseguían las obras del nuevo paso de palio de la Virgen de las Maravillas, que contaba con el diseño de un granadino también olvidado, el gran Rafael Latorre. Se alcanzaban importantes méritos para la reciente historia de la corporación, contar con las primeras marchas propias e incluso conseguir que el Santo Padre accediera a presidir honoríficamente la hermandad.
“Don Miguel fue el Rodríguez Ojeda de Granada”
![Miguel López Escibano (1923-2003)](https://cadenaser.com/resizer/v2/G2BXMJYNHJP3NGOB6X6TMMQXJ4.jpg?auth=65e82effbf99eac311b2eb93270eab10aba4fbdcb56cfc27cb5dd8b213ad5d11&quality=70&width=650&height=780&smart=true)
Miguel López Escibano (1923-2003) / Archivo familiar
![Miguel López Escibano (1923-2003)](https://cadenaser.com/resizer/v2/G2BXMJYNHJP3NGOB6X6TMMQXJ4.jpg?auth=65e82effbf99eac311b2eb93270eab10aba4fbdcb56cfc27cb5dd8b213ad5d11)
Miguel López Escibano (1923-2003) / Archivo familiar
Ahora que la hermandad se acerca a su 75 aniversario, son muchos los que recuerdan a la vista de sus enseres e insignias cuán importante fue López Escribano. Hábil en el dibujo y con alma inquieta y creadora, este granadino aprovechaba la ocasión para trazar la estética de algunas cofradías en los años más difíciles. Maravillas, Concepción y Humildad, por ejemplo fueron solo algunas de las que requirieron del talento de Escribano para su creciente patrimonio.
Armando Ortiz fue el encargado de organizar la exposición temporal que se hizo en 2013 con motivo del décimo aniversario de la muerte de este cofrade ilustre. Él recuerda, además de la espontaneidad de su obra, capaz de ser plasmada en la servilleta de cualquier bar, cómo su aportación fue indiscutible e innegable en su tiempo. Así, nos asegura Ortiz que “cuando en Granada no había nada, él era el único que trabajaba en este sentido, haciendo cosas por y para las cofradías”. “Sí, en recorte, pero era lo único a lo que económicamente se podía aspirar”. Y es que, no tiene el actual hermano mayor de Las Maravillas en reconocer cómo la aportación de López Escribano a la Semana Santa fue revolucionara para su tiempo: “Don Miguel fue para Granada lo que Rodríguez Ojeda fue para Sevilla”.
De esta labor hacia el patrimonio de las cofradías da testimonio su propia familia. Recuerdan de él, cómo en aquella época con la que se podía contar con poca gente, él aprovechaba para bordar en el salón de su casa, con los bastidores tendidos a nuevas obras. Como vestidor de imágenes también tuvo su recorrido, encargándose de presentar a María Santísima de las Penas en los tiempos que Francisco Gómez Montalvo, amigo personal de López Escribano, estaba al frente de la cofradía de San Matías.
Y con el tiempo velando su memora, la figura de Miguel López Escribano sigue aún viva en la mente y los labios de quienes, entre cofradías, conocieron su trabajo y su dedicación hacia la Semana Santa de Granada. Su labor infatigable durante toda su vida, puesta al servicio de los cofrades, le valió el reconocimiento en muchas ocasiones, si no en forma de premio, sí en el aprecio y profunda consideración de muchos le profesaron.