"El Rey Majo"
Tiene Algeciras un colegio, una calle y un monumento de piedra artificial, que para bronce no llegaron los dineros, dedicados a don Alfonso XI, rey de Castilla y que pasó a la historia como El Justiciero
Algeciras
Cercana como está la noche reyes, noche de ilusión, quiero compartir con ustedes una historia, muy real, de un rey con una ilusión tan grande, que sólo lo podríamos llamar amor.
Tiene Algeciras un colegio, una calle y un monumento de piedra artificial, que para bronce no llegaron los dineros, dedicados a don Alfonso XI, rey de Castilla y que pasó a la historia como El Justiciero.
Y esta es la historia de quién está plantado a la puerta del parque, eso sí, con la cara vuelta hacia Mapfre, en vez de hacia el escenario dónde se coronan las reinas, las nuestras, para nueve días.
Pues Alfonso XI, que fue nombrado rey a la edad de quince años, y que tomó Algeciras a la edad de treinta y seis, tres años antes de su muerte, a las puertas de Gibraltar a causa de la peste negra, consiguió extender los límites de su reino hasta el Estrecho de Gibraltar.
Pero no es la historia de sus conquistas, ni la pacificación de su reino, de ahí lo de Justiciero, lo que quería contarles. Es la ilusionante historia amorosa que se esconde tras el regio personaje.
Alfonso Onceno fue casado con su prima hermana María de Portugal, pues las alianzas de los dos reinos, el español y el portugués, así lo aconsejaban. Pero como quiera que la portuguesa no fuera mujer de buen carácter y además no llegaba la necesaria descendencia, fue relegada a un segundo plano, casi como una cortesana más.
Y fue en una primavera en Sevilla, cuando don Alfonso descansaba entre conquista y conquista, que conoció a una joven viuda, con sus mismos dieciochos años, de quién se enamoró perdidamente. Doña Leonor de Guzmán, que así se llamaba la señora, fue su amor, su confidente, su ayuda en la batalla y en la retaguardia. Y “La Favorita”, como así pasó a la historia y dio nombre a una ópera.
Fue la sevillana Leonor, mujer de sagaz inteligencia, que supo moverse en el azaroso mundo de la nobleza castellana, quien acompañó siempre al Rey, sin ser reina, con la consiguiente contrariedad del rey de Portugal, suegro de don Alfonso y que salió airosa de todas las intrigas de los nobles. Y puso razón, dónde no había más que fuerzas y ganas de extender el reino, incluso arengaba a las tropas, cuando la conquista se mostraba esquiva.
El amor entre ellos debió ser grande, pues de los veinte años que compartieron, él como rey casado, ella como su amante, tuvieron diez hijos. Nueve de ellos varones y una sola niña. Y todos ellos, la hembra también, tomaron como segundo nombre el de Alfonso.
Y el rey, como muestra de su gran amor, no le faltó villas, haciendas, tierras y favores, para colmar a doña Leonor, al alumbramiento de cada descendiente.
Así que, recoge la historia, cuando don Alfonso XI, estaba en el sitio de Algeciras, doña Leonor residía en Tarifa, pariendo a su noveno hijo. Por eso, cuando la ciudad fue conquistada, Don Alfonso y doña Leonor, se quedaron en Algeciras sobre cuarenta días y a ella le fueron dados “molinos, casas, tiendas, baños, huertos y diversas heredades” de nuestra ciudad.
Por lo dicho, cuando vean la cabalgata de los reyes de impostora barba, piensen que tenemos en nuestra historia, en nuestra ciudad, un rey de verdad.
Quién vivió con la ilusión de un corazón conquistado. Él, que conquistó media España.