¡Qué dolor!

Gijón

La Segunda División acecha. Espera al Sporting con la boca abierta, dispuesto a engullirlo. El equipo trata de resistirse, mirando de reojo hacia el abismo pero aferrándose a una rama que todavía resiste, pero que no tiene pinta de ser eterna. De hecho, va cediendo. Este sábado lo hizo un poco más. Dicen que los servicios de emergencia podrían llegar en Enero, pero nadie sabe si tendrán bastante cuerda como para salvar al accidentado, que si no moribundo, presenta heridas graves.

La crisis no llega por perder con el Villarreal. Eso forma parte de la lógica. Lo preocupante es la forma de perder, siendo otra vez una presa demasiado fácil, a la que cualquier fiera  no solo hinca el diente, sino que la descuartiza con un par de mordidas. Y que no es el Villarreal, es que son el Espanyol, el Málaga, el Granada, el Dépor, el Valencia... El Sporting sigue sin ganarle casi nunca a casi nadie. Una victoria en trece partidos (catorce si se incluye la Copa). Son números de deshaucio inminente, de desastre total.

Si parecía que el Sporting había ganado solidez con el sistema 5-4-1, la teoría se fue por tierra en este partido. La defensa rojiblanca fue una atrocidad futbolística, un coladero permanente. La apuesta por Amorebieta fue un error mayúsculo, por más que Abelardo diga que fichar jugadores que no rinden no puede calificarse así. Las amarillas del vasco, que cumple su segundo ciclo en 16 jornadas, no se justifican ni por una supuesta contundencia que tampoco se está viendo. Quien debería liderar la zaga no lo hace y Meré solo no puede. Y si el problema fuera solo Amorebieta la cosa tendría fácil solución: cambiarlo. Pero son tantos los jugadores que tiene pinta de que se marcharán de Gijón sin haber aportado nada que así es imposible.

Cuando el jugador más aplaudido de la tarde es uno del equipo visitante, está todo dicho. Pato, que protagonizó una exhibición (que posteriormente agradeció en redes sociales), se llevó los aplausos de un Molinón desesperado y, por momentos, resignado al negro panorama. El Villarreal hizo un partidazo, pero el Sporting se lo puso fácil. Facilísimo. Otra conclusión reveladora es que el marcador final (1-3) fue de lo mejor que le pudo pasar al equipo de Abelardo.

Espejismo inicial

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Los rojiblancos aguantaron en el partido diez minutos. Hasta que el Villarreal tiró por primera vez a puerta. Mientras medio Sporting se quedaba parado protestando una falta, Jonathan Dos Santos recibió en el área y batió a Cuéllar casi sin oposición. Ocho minutos más tarde, la falta de contundencia de la defensa del Sporting volvía a quedar en evidencia en el gol de Sansone, tras una absurda pérdida de balón de Rachid, pero es que entre medias Pato había tenido otra, en una gran acción individual con caño incluido a Amorebieta que Cuéllar (que salvó varias) mandó fuera.

No había partido ni lo habría hasta el final. Porque el Sporting tuvo la pelota en la segunda parte, pero el guión estaba escrito por Fran Escribá. ¿Qué importaba que el Sporting tuviera el balón si apenas generó media ocasión en 90 minutos? Los castellonenses prefieron esperar y salir a la contra. Así, con el equipo gijonés roto atrás, llegó el tercer gol amarillo, obra de Pato a pase de Sansone. El 1-3 de carmona en el minuto 89 solo sirvió para maquillar el marcador.

El Sporting tiene pinta de ser carne de cañón. Es un desastre futbolístico que, en ocasiones, no lo hace tan mal. Cuando pierde decorosamente, parece que haya que estar contentos. A ese punto de degradación se ha llegado. ¿Qué son peores, las sensaciones o los números? A estas alturas, uno no sabe ya qué decirles.

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