No nos necesitan

A Coruña

Resulta angustioso constatar que uno ya no sirve para nada. Es tan bonito sentirse útil. Los matrimonios más duraderos descansan sobre la ignorancia de que el otro ya no nos hace falta, sobre la pereza de cambiarlo. Cuesta asumir los declives. Del mismo modo, los grandes cantantes todavía tardan un tiempo en darse de cuenta de que han perdido la voz y siguen dando conciertos con el micrófono apuntando al público en los estribillos, como si fuera un gesto de concesión al pueblo, no una victoria de la decadencia.

Duele tanto saber que ya no te necesitan y pasa tan continuamente. Hace menos de un mes Abanca anunció sus 267 millones de beneficio. Lejos quedan los tiempos en que nos pidió que le inyectáramos 9.000 y después cambió de nombre y de propiedad, como para despistarnos. Tampoco las eléctricas nos necesitan a todos, utilidad marginal.

Hay cifras que importan, otras que no. Por eso, esta semana hemos hablado del mismo número de consellerías y los mismos conselleiros. Si hay hoy, según datos de la Xunta, 130.000 gallegos más residiendo en el extranjero que hace ocho años. Si el desempleo se recorta con empleo precario que no permite tener hijos u oyes hablar de algún recorte en sanidad, no te alarmes. Debes saber que todo esto ya es prescindible. Nada exige cambiar si la cuenta final de resultados ha arrojado beneficios: 41 diputados. Todo va tan bien que hasta la oposición puede centrarse en gestionarse a sí misma.

Y ahí estamos, agarrados a la morriña, a la idea de lo que fue el estado del bienestar, cantando entre el pasaje selecto y distraído del Titanic, sin darnos cuenta de que ya no alcanzamos la nota.