Dioses y demonios
El bien y el mal, blanco o negro, rojos o azules, fachas o progres, obreros o capitalistas, Pedro o Susana, Soraya o Cospedal, Pablo o Íñigo...
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Punto de Vista de Cecilio Nieto | Dioses y demonios | 11/11/2016
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Alicante
La política, la española incluida, esta polarizada entre dioses y demonios. El filósofo Ortega lo resumió diciendo que los españoles somos siempre anti algo. Las bipolarizaciones son cómodas para nuestras más cómodas entendederas.
El bien y el mal, blanco o negro, rojos o azules, fachas o progres, obreros o capitalistas, Pedro o Susana, Soraya o Cospedal, Pablo o Íñigo o a un nivel más trivial: lo que a ti te parece bien a mí me parece mal, etc. Esta es la entraña de nuestra forma de pensar tanto la economía como la política o como la vida misma. Y cuando la polarización no se produce, los actores procuran representarla a lo vivo.
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Esto es lo que parece que se hace en Podemos: representar la polarización entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. O en Ciudadanos, entre Albert Rivera y Carolina Punset. Así parece que hay más democracia, más alternativas, más posibilidades. Y esa es la cosa: el parece que. En el teatrillo de las apariencias políticas el PSOE parece que se opone al PP; Podemos parece que se opone al PSOE. Ciudadanos parece que es el cartero de la obra: aquél que pasaba por allí dejándose ver, por si cae algo.
Lo dice el saber popular en forma de adivinanza: oro parece, plata no es. En el teatrillo de las apariencias nada es verdad o es mentira; son representaciones que ocultan la verdad de las cosas. Trump parecía un león con agudos colmillos y ahora parece salido del dentista. Ni una cosa ni la otra sino todo lo contrario; ni antes era tan fiero ni ahora tan manso. La política, más allá de su representación teatral, sólo es una cosa: los propios intereses y el poder, el control de todo; eso es lo que cuenta. En fin, no debemos creernos demasiado estas representaciones.