Vamos al circo
La Firma de Manuel Acero
Palencia
En las últimas Fiestas de San Antolín me ha dado por pensar que hace muchos años que no voy al Circo. Quizá se me pasó la edad y ahora prefiero otras distracciones aunque uno de los motivos por los que dejó de gustarme y hasta me producía cierto rechazo era el empleo de animales salvajes para sus números.
Es fácil que en estos espectáculos encontremos a animales tan bellos como tigres, leones, leopardos, elefantes, focas y muchos otros que nos recuerdan lo más hermoso de la naturaleza y todo ello al servicio de una serie de “números artísticos” de dudoso gusto. Seguro que todos recordamos a osos con falda andando en bicicleta, a tigres saltando para esquivar aros de fuego o a elefantes jugando al futbol.
Creo que ni a niños ni a mayores nos hace falta ver animales ridiculizados para pasar un buen rato.
Imagino además que llevan una vida y un entrenamiento violento para poder dominarlos por la fuerza y que ejecuten sus números. Probablemente no se escatima en utilizar cuerdas, bozales, látigos o descargas eléctricas. Los animales están siempre siendo obligados a actuar, el espectáculo no puede parar y ellos saben que si desobedecen una orden les espera un castigo.
Y esto es lo que vemos en el escenario cuando cientos ojos observan a animales y domadores pero aún imagino un contexto peor. Los animales de circo suelen vivir en pequeñas jaulas dónde apenas se pueden mover o permanecen la mayor parte del día encadenados al suelo al menos por una de sus patas. Vamos, una vida aburrida y propia de las peores cárceles. Sin hablar de los desplazamientos constantes de un lugar a otro en condiciones insalubres y el estar sometidos a las inclemencias ambientales y de temperatura para los que su especie no está siempre preparada.
Pienso que la cautividad y la exhibición de estos animales no aporta valores educativos ni a los mayores ni a los niños, que son el público mayoritario de estos espectáculos. No nos dice nada sobre su comportamiento natural, porque los animales son obligados a actuar en un entorno totalmente artificial.
Son varios los países que han prohibido este tipo de espectáculos y cada vez son más los Circos que apuestan por divertir sin hacer sufrir a los animales. Yo recuerdo con nostalgia el Circo de los payasos de mi infancia pero también admiro en la actualidad espectáculos como el Circo de Sol o el Circo Imperial Chino como ejemplo de diversión, gran talento y entretenimiento.
Ah, se me olvidaba decir que este verano el Ayuntamiento de Palencia ha aprobado una moción para no permitir la instalación de circos u otras atracciones en las que participen animales salvajes en nuestra ciudad. ¡Que bien! Aunque habrá que esperar hasta el año próximo para que sea efectiva.
Y si es así, yo por mi parte prometo volver a las carpas a pasármelo bien con los equilibristas, los payasos, los magos, los acróbatas, los faquires o con los funambulistas
Larga vida al Circo, eso es lo que deseo.