Juego limpio
A Coruña
Casi me había olvidado ya de lo de David de Gea cuando escuché las declaraciones de Pedro Sánchez respecto al portero. El candidato a presidente de Gobierno por el PSOE explicaba que no le gustaba que alguien como De Gea, presuntamente implicado en un escándalo sexual, representara a su país en la selección, sobre todo porque hay una menor de por medio. “No me siento cómodo”, confesaba. Menos cómoda aún tiene que sentirse Edurne, ante la rechifla de la que ha sido objeto en Twitter. El público, siempre tan comprensivo cuando se trata de famosos, se cachondeaba de los cuernos de la cantante (“Voy a ver si Edurne quiere vengarse de su novio con alguien gordo y calvo”, leí), aunque las declaraciones de las testigos apuntan a que De Gea se dedicaría más a conseguir prostitutas a otros futbolistas que a catarlas el mismo.
En todo caso, hay que respetar la presunción de inocencia, aunque todo el mundo prefiera pensar mal simplemente porque es más divertido: el aluvión de chistes provocó la reacción del sector feminista, que se quejaba de que fuera Edurne, y no De Gea, la que se convirtiera en trendingtopic a raíz del escándalo. La verdad es que la trama en sí es todo un culebrón: las declaraciones de unas prostitutas/testigos protegidas pringaron al empresario del porno Torbe, al que detuvieron en abril. Éste, a su vez, se chivó de De Gea e IkerMuniain, el del Athletic de Bilbao. Parece que, hace cuatro años, en un hotel de cinco estrellas de Madrid, se habrían enrollado con dos jugadores en una cita que De Egea les organizó. Según la investigación, Torbe les obligó a acostarse con los futbolistas (lo que parece raro en unas prostitutas) y que les prometió grandes cantidades de dinero que luego no pagó, lo que explicaría por qué estalló todo. Además, se conservan las conversaciones de Whatsapp en las que el portero de la selección nacional habría tratado de organizar otra orgía entre una prostituta y cinco compañeros suyos (del Athletic). Pero además, está lo de que una, o varias de ellas, eran menores y que podría habérseles obligado a participar en películas guarras.
Es un asunto muy confuso: un empresario del porno, prostitutas, futbolistas, novias cantantes, más porno… Incluso salió a relucir el nombre de Santiago Segura como uno de los participantes en la orgía, lo que llevó al actor a hacer una declaración pública negándolo todo, antes incluso de que lo hiciera De Gea. Curiosamente, Segura es el único de los sospechosos que tiene pinta de frecuentar el sexo de pago, por muy cruel que sea decirlo, lo que me lleva al quid de la cuestión, a lo que de verdad me intriga: ¿Por qué a los jugadores de fútbol les gusta tanto organizar orgías con prostitutas?
Quiero decir que no es la primera vez que oigo hablar de escándalos sexuales en los equipos de primera división. Hace años, cuando en el Real Madrid, escuché que todo el equipo se trincaba a una prostituta en el vestuario, y hay otros rumores que circulan por ahí. Lo interesante de ellos no es que los jugadores sean infieles a sus novias y esposas, a pesar de que muchas de ellas (Edurne, sin ir más lejos) sean muy guapas. Tampoco lo es que recurran al sexo de pago, a pesar de que probablemente habrá muchas groupies rondando por los estadios y hoteles dispuestas a agradecerles los esfuerzos que realizan para dejar bien alto el pabellón español. No. Lo curioso es que les dé por compartir prostitutas en vez de gozar cada uno con su propia señorita de compañía, teniendo en cuenta que los futbolistas de primera división no son precisamente mileuristas.
En mi opinión, debe de tener algo que ver con el estilo de vida grupal que llevan. Un puñado de tipos que se pasan todo el día viajando y en concentraciones y llevando la misma camiseta y duchándose juntos, inevitablemente acaban desarrollando una especie de mente grupal. A fin de cuentas, en el futbol para meter un gol es necesario pasarse la pelota los unos a los otros y marcar en la misma puerta. Incluso está mal visto tratar de hacer una jugada individual, sin contar con los compañeros. De ser así, montarse una carrera de relevos con una prostituta debe ser como una especie de acto supremo de comunión: no hay una mejor forma de fomentar el espíritu de equipo que remover la cucharilla de un cóctel genético en forma de yogur. Por mi parte, y a riesgo de ser considerado un individualista, prefiero el cinco contra uno que el once contra una.