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EUROCOPA

“El narcótico de nuestros malos rollos”

Pepe Belmonte se deja llevar y lanza desde el centro del campo su micromentario

Pepe Belmonte, catedrático de Literatura en la Universidad de Murcia. / Pepe Belmonte

Pepe Belmonte, catedrático de Literatura en la Universidad de Murcia.

Murcia

EUROCOPA

Pepe Belmonte - EUROCOPA / 13-06-16

02:24

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Siento mucho decepcionar a quienes esperan de mí, como suele ser habitual, un comentario sobre la cultura. De verdad que lo siento. Pero hoy, señoras y señores, toca hablar de fútbol. Es lo que hay.

La Eurocopa echó a rodar el viernes pasado, y hoy, dentro de unas horas, es el turno para esa selección española que no hace tanto sirvió de narcótico de nuestros malos rollos, de esas penas y desgracias que en un país como el nuestro tanto abundan.

La gente, con la desilusión generalizada por la política, por el empleo precario y miserable –diga lo que diga Rajoy y el ministro del ramo-, siente la necesidad de agarrarse a un clavo ardiendo, a una tabla de salvación que le permita soñar, siquiera por unos instantes. Hay que ilusionarse con lo que sea. Y ahí está el fútbol, que ha sido, tantas veces, un verdadero quitapenas.

Nunca olvidaré aquel día que viajaba a Madrid en uno de esos talgos que tarda en llegar casi media vida a la capital de España. Allí, en el mismo vagón en el que yo estaba sentado, unos metros más atrás, vi a Vicente del Bosque, quien acababa de ganar nada menos que el campeonato del mundo.

Iba acompañado de su mujer y leía tranquilamente un periódico deportivo. No soy de los que se vuelcan con sus ídolos y pierden por ellos la cabeza. Pero en esa ocasión, mientras el tren avanzaba con su acostumbrada lentitud de tortuga, me levanté, me dirigí hacia él, le pedí disculpas por interrumpirle, y le dije: “Enhorabuena por sus éxitos, don Vicente. Lo que más lamento es que ya no viva mi padre para haberlos disfrutado”.

Me miró. Con esa mirada que es patrimonio de quienes han sabido digerir los triunfos. Dobló el periódico y me respondió con su serena y apacible voz de siempre: “Créame que lo siento”. Y lo creí. Vaya si lo creí. Sólo hacía falta observar la expresión de su rostro.

El fútbol también genera escenas repletas de emoción. Sé que en este caso quien manda es la pasta, el maldito parné. Pero también soy consciente de que un deporte así encierra infinitas historias del corazón, que, por suerte, nada tienen que ver con el Sálvame de Luxe. Y esa, la que les he contado, es una de ellas.

Pepe Belmonte

 
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