Rascarse el bolsillo
La Firma de Doroteo González
Palencia
Vivimos en dos planetas diferentes. Uno nos ha maravillado por la revolución de la naturaleza lo que ha propiciado nuestra existencia, el otro por la convulsión que ha favorecido el impacto de la tecnología sobre nuestras experiencias. Uno se llama Planeta Tierra, el otro se llama Planeta Internet. Si el primero nos ha dado la vida, el segundo ha terminado por gobernárnosla.
Si no, alarguen la mano ahora mismo y encontrarán un apéndice suyo convertido en ansiado y necesario: su teléfono móvil. Este dispositivo está concretando nuestra vida de tal manera que le hemos investido como el objeto mejor amigo del ser humano, imprescindible para nuestra subsistencia.
Antes, cuando te independizabas de la casa paterna, llamabas a tu madre para preguntarle cómo rehogar unas verduras; ahora conectas el móvil y tienes al mismísimo Arguiñano en tu cocina impartiendo una lección gastronómica con chiste malo incluido.
También, hasta hace poco tiempo, esperabas conmocionado durante días el encuentro con una chica del que te temías lo peor, quizás que te dejara; ahora con un simple “me gusta tu amigo Manolo” por WhatsApp te lo ha dicho todo… ¿Dónde ha quedado la intensidad de una última cita en la que te rompa el corazón en vivo y en directo, a medio metro de distancia, quien creías que era el amor de tu vida?
Lo último es que, literalmente, ya no necesitaremos tener que rascarnos el bolsillo y podremos gastar, pagar o aportar dinero para cualquier causa a través del móvil. Por eso entidades financieras, fabricantes de tarjetas de crédito, operadoras de telefonía, plataformas de pago, fabricantes de smartphones,... miran a la próxima explosión de pagos a través del móvil. Una modalidad que empieza a despegar en España.
Aunque, de seguir así, me cuestiono cómo va a ser eso de darles la paga semanal a tus hijos, o cómo un abuelo desplegará el rito de donar las ocasionales propinas a sus nietos o la limosna en el cepillo de las iglesias. No digo nada de cuando tengamos que pagar la cuenta en un restaurante de una cena a escote entre ocho o diez con gratificación incluida a los camareros.
En fin, parece que no tardando llegará el día en el que, al igual que nuestros amigos gorrones, no llevaremos dinero en el bolsillo al salir de casa. No necesitaremos billetes o monedas para pagar el pan o el autobús.
Habrá que pensar que todo esto tiene su otro lado positivo, porque podría salir a la luz todo el dinero negro facilitando la lucha contra el fraude fiscal. Esperaremos atentos.