Orgullo e indignación
El Sporting cae con honra en el Camp Nou, sufriendo un arbitraje calamitoso de Clos Gómez, que señaló tres penaltis en el área rojiblanca y concedió un tanto en fuera de juego y otro tras falta de Luis Suárez a Cuéllar
Enviado Especial a Barcelona
El Sporting no hizo el ridículo en el Camp Nou. No, pese a lo que pueda indicar el marcador final. Todo lo contrario. Los Guajes levantaron este sábado el orgullo del sportinguismo. Quien sí hizo el ridículo fue Clos Gómez, un árbitro que si no siente vergüenza cuando vea lo que hizo en el Barça-Sporting no tendrá ningún orgullo profesional. O algo peor. El colegiado masacró injustificadamente al Sporting, al que pitó tres penaltis en contra (de los cuales dos fueron inventados), además de concederle al Barça un gol en fuera de juego y otro que debió ser anulado por falta previa de Luis Suárez sobre Cuéllar. Un auténtico escándalo, una vergüenza que atenta contra el deporte, contra el propio estamento arbitral y contra una entidad centenaria como el Sporting. Y que tampoco le hace mucho favor al Barça, ya que dará argumentos a quienes quieran empañar el resultado. Pero una circunstancia que no debe empañar el orgullo que los sportinguistas deben sentir del trabajo de sus guajes, que plantaron cara al Barça... mientras les dejaron.
No necesitaba el equipo culé tanta ayuda para ganarle al Sporting. O quizás sí, porque el equipo rojiblanco se lo puso verdaderamente difícil en la primera mitad. El Barça jugó mal, pero algo de mérito tendrá el trabajo titánico de los rojiblancos, entregados, voluntariosos, presionantes y con llegada. El Camp Nou llegó a pitar a su equipo, prueba del sufrimiento culé del que también fue responsable el buen hacer del Sporting.
- FICHA TÉCNICA
Abelardo planteó un equipo de riesgo. Siete cambios con respecto al once teóricamente ideal, el que había alineado ante el Sevilla. Resultaba comprensible teniendo en cuenta el esfuerzo físico realizado tres días antes y buscando la mayor frescura para tratar de contrarrestar al Barça, pero era un argumento que fácilmente se podía haber empleado como arma arrojadiza si el equipo hubiera recibido un baño. El buen hacer del equipo en la primera parte demostró que la apuesta fue adecuada.
Los once elegidos por Abelardo se comportaron como gladiadores sobre el terreno de juego. Defendieron con intensidad, con seriedad y con inteligencia. Aguantaron a los Messi, Suárez y Neymar y, cuando pudieron, salieron a la contra. Pero no encontraron ni justicia ni puntería.
La justicia empezó a no impartirla Clos Gómez al conceder un gol a Messi que, a criterio del árbitro de Carrusel Deportivo Daudén Ibáñez (y de miles de aficionados) debió ser anulado por falta previa de Luis Suárez sobre el portero Cuéllar. En el último instante de la primera parte no se atrevió a pitar mano en una jugada en la que Piqué salvó sobre la línea de gol un balón de Pablo Pérez que se colaba en el marco de Claudio Bravo, con el portero batido. Una circunstancia que pudo equilibrarse con otro balón que ya en la segunda mitad golpeó en el brazo del sportinguista Vranjes. Esto prueba el lamentable arbitraje que realizó el aragonés. Porque lo peor estaba por llegar.
Antes del recital de Clos Gómez, y con el 1-0 en el marcador, hubo varias ocasiones rojiblancas. La falta de puntería volvió a lastrar al Sporting. Álex Menéndez tuvo dos ocasiones claras para marcar, una a centro de Guerrero que robó en el centro del campo, llegó hasta el área y centró al segundo palo y otra a asistencia de Mascarrell.
Cuéllar también tuvo trabajo en la primera mitad, sacando con el pie un disparo de Messi y aguantando perfectamente un mano a mano con Neymar ya casi al final de la primera parte.
Tras el descanso, el Barça apretó. Messi, Luis Suárez y Neymar empezaron a hacer de las suyas. Y Clos Gómez remató la faena. El árbitro concedió un gol a Luis Suárez en clamoroso fuera de juego y pitó tres penaltis en contra del Sporting, uno por una simple disputa de balón de Sanabria en el área y otro por un ligero contacto de Vranjes sobre Neymar al saltar. El serbio, incluso, fue expulsado.
Los sportinguistas bramaban indignados mientras en el Camp Nou algunos aficionados culés se llevaban las manos a la cabeza con lo que estaban viendo.
El vestuario debe olvidarse pronto de la indignación que pueda sentir y quedarse con lo bueno: la competitividad y el orgullo que está demostrando en las últimas jornadas. Y emplearlos en los tres próximos partidos, en los que se jugará la vida. Aunque el nombre de Clos Gómez y su aberrante arbitraje en el Camp Nou quedará en la historia negra del Sporting.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...